jueves, 20 de octubre de 2022

EVANGELIO DEL JUEVES 20 DE OCTUBRE. SEMANA 29 DEL TIEMPO ORDINARIO

 


EVANGELIO
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla.¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.»

Lucas 12, 49-53

COMENTARIO

El texto puede que se trate de un intento más por parte de Jesús de cuestionar los “pilares” de la religión judía: Ley, Templo, Tierra y Familia. La manera un tanto sectaria que tenían los judíos de entender todo esto, era claramente excluyente; quienes no eran  judíos no eran dignos de Ley, ni de Templo, ni de Tierra, ni de Familia. Estas instituciones, por tanto, en el nombre de dios, eran convertidas por los judíos en ídolos. 

Jesús viene para acabar con todo eso, por eso afirma que va a “prender fuego” y a “crear división”. Es una manera simbólica de decir que viene a cambiar un orden injusto.

Otros biblistas optan por opta interpretación, entendiendo que Lucas escribe cuando ya ha visto cómo reaccionaban muchos creyentes ante el anuncio de la palabra de Dios, y entonces pone en labios de Jesús lo que está viendo: familias que “por la fidelidad al espíritu de Jesús” se dividen y se rompen

Tenemos que tener en cuenta que en aquel tiempo, la familia, más que una sociedad caracterizada por el afecto y los sentimientos, era una “entidad cultural” que vertebraba la identidad y la economía  judía. Muchas personas, sobre todo mujeres, encontraron en las actitudes de Jesús una serie de actitudes liberadoras que les animaban a un “cambio radical” de vida. 


El “bautismo” del que en algún momento de su vida habló  Jesús (bautismo de fuego), era su propia  muerte, es decir, el momento que “certificaría” no solo con palabras, sino con el testimonio de su propia vida, que su proyecto iba en serio y su reforma del judaísmo era radical, aunque tuviera que “pagar” con su vida.


Si a esto unimos que el “fuego” (elemento purificante), en la mentalidad bíblica supone la “llegada de algo nuevo”, resulta entonces que el jeroglífico de estos escasos versículos de hoy empieza a des-codificarse.  

Podríamos resumirlo en la siguiente frase: Jesús y su propuesta de vida que concluye con su muerte (bautismo) supone un proyecto de sociedad nueva que altera y transforma (fuego) el orden establecido judío, con las consecuencias desestabilizadoras (división-enfrentamiento) que una apuesta así conlleva.

Traído el texto al hoy de nuestra vida, significa que una experiencia de fe que no nos mueva al cambio personal (crecer en honradez y humanidad) y  a la transformación social (justicia), supone un fracaso como religión. 

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