viernes, 17 de junio de 2022

EVANGELIO DEL VIERNES 17 DE JUNIO . SEMANA 11 DEL TIEMPO ORDINARIO

 




EVANGELIO
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«No atesoréis tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen, donde los ladrones abren boquetes y los roban. Atesorad tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni carcoma que se los coman ni ladrones que abran boquetes y roben. Porque donde está tu tesoro allí está tu corazón. La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, tu cuerpo entero tendrá luz; si tu ojo está enfermo, tu cuerpo entero estará a oscuras. Y si la única luz que tienes está oscura, ¡cuánta será la oscuridad! »


Mateo   6, 19-23

COMENTARIO
El eje ojo-corazón era central para un judío de bien. En el corazón residía lo que hoy denominamos “inteligencia emocional”, es decir, el sano equilibrio entre conocimientos y valores que debe regir nuestras actuaciones sociales. Para los judío el ojo contenía un fuego que hacía posible la visión. Por eso es la “lámpara del cuerpo” o de toda la persona. El ojo, por tanto, vehiculaba los afectos que nacían del corazón. Por eso donde pones el ojo, allí está tu tesoro y allí está tu corazón.

Pero más allá de este apunte de antropología cultural del momento, Jesús invita a la sensatez. Jesús, con este evangelio, pone en cuestión nuevamente la filosofía tradicional de vida de los judíos. Tener un buen “montón” (“atesorar tesoros en la tierra”) era signo de prosperidad y de bendición para un judío de bien. La incapacidad para “amontonar” y “atesorar” era visto como un signo de maldición de dios.

Jesús, no exento hoy de cierta ternura, viene a decir que los tesoros que se guardan, caducan, y lo más grave “amontonan tu mirada”. 

Lo que ocurre es que en este siglo XXI los roedores no circulan por las galerías alternativas de nuestras casas, más bien anidan y discurren por las redes de fibra óptica de las internets al uso, y por los flujos financieros de capitales que en el nombre del dios “mercado” acaban, ahogándolos, con la vida de tanta gente…eso sí, imperceptiblemente. 


Al fin y al cabo nos puede pasar a todos como a los judíos de bien que, con la mejor intención del mundo confundamos la bendición con el egoísmo y la prosperidad con el “sálvese quien pueda”.

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