domingo, 29 de mayo de 2022

EVANGELIO DEL DOMINGO 29 DE MAYO. FIESTA DE LA ASCENSIÓN DE JESUS


EVANGELIO
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
–Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén.
Y vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto.
Después los sacó hacia Betania, y levantando las manos, los bendijo.
Y mientras los bendecía, se separó de ellos (subiendo hacia el cielo).
Ellos se volvieron a Jerusalén con gran alegría y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.
Lucas  24, 46-53

COMENTARIO
“Y mientras los bendecía, se separó de ellos”. Que escueto San Lucas en esta estampa religiosa de la Ascensión. Las expresiones artísticas que hemos puesto en la cabecera de este comentario son mucho más expresivas. Dalí y Chagall dieron rienda suelta a su imaginación.

Sin querer, a lo largo de esta semana hemos ido dando alguna pincelada a modo de matiz sobre este tema de la ascensión. Jesús se va, pero quedan los discípulos. El mayor Testigo de Dios, se ausenta, pero quedan los encargados del testimonio. Por tanto, la única exigencia de la religión cristiana consiste en testimoniar el evangelio de Jesús con nuestras propias carnes.

Religión no es “superstición”. La religión no es la “ideología del por si acaso”: “por si acaso voy a encender una vela”, “por si acaso voy a tocar el manto”, “por si acaso….” El “por si acaso es superstición”; la religión, sin embargo, es testimonio. 

No se trata de “estar con Dios” y poseerlo o mirarlo como si de un amuleto se tratara. Se trata de vivir "de" su Palabra y “desde" su Palabra.

El “separarse” de Jesús es una expresión más del “Dios-con –nosotros” que celebrábamos en navidad. Jesús no es el “padrino” que ofrece protección a cambio de pleitesía plegariante o contemplativa, y si es posible de rodillas

El Dios de Jesús es como la madre o el padre, como todas la madres y padres, un  misterioso y tierno “hacer cotidiano” de presencia y ausencia, que posibilita comprendernos y crecernos como hijos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tu opinión.