Natanael le contesta: «¿De qué me conoces?»
Jesús le responde: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.»
Natanael respondió: «Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel.»
Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores.» Y le añadió: «Yo os aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.»
La Iglesia celebra hoy la fiesta de los Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. Y todo viene por el último versículo del evangelio de hoy: “Yo os aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre”. Se refiere el comentario de Jesús a aquella visión de la escala de Jacob que, ya comentamos en alguna ocasión. (Ver el comentario aquí)
Ángeles ha habido en todas las religiones. Los que saben de esto dicen que en la Biblia realmente aparecen muy tardíamente y por contagio de las “religiones persas”. Son “entidades” muy socorridas hasta en nuestros días.
Los ángeles, más allá de la experiencia mítica y literaria a la que remiten, expresan esa honda convicción de la humanidad de que los acontecimientos humanos no son herméticos; la vida es porosa, por tanto bio-degradable y bio-saludable. Toca “detectar los “poros” por los que se nos “cuela” cada día el “sentido” de lo que hacemos.
Las religiones han expresado esto en términos de ángeles que ascendían y descendían y comunicaba lo humano con lo divino. Pero desde que Freud detectó que los sueños más que hablarnos del más allá de la vida nos hablan del “más adentro” de nosotros mismos, a nosotros nos toca buscar la mejor manera de “llenarnos de sentido” diariamente a través de las “porosidades” de nuestra historia.
Todos tenemos algo de ángel si tenemos capacidad para salir al encuentro del otro y prestar nuestra buen ánimo (Gabriel), nuestra ayuda (Rafael) y nuestra protección (Miguel).
Una vida permeable y porosa es una vida liberada de este individualismo exhausto y asfixiante que a veces caracteriza a nuestras sociedades. Una vida angélica, es una vida que sabe a comunicación y fraternidad.
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