En aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, le dijo llorando: «¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz! Pero no: está escondido a tus ojos. Llegará un día en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra. Porque no reconociste el momento de mi venida.»
Lucas 19, 41-44
¡Si
al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz!
Pero no: está escondido a tus ojos”.
En el texto de hoy Jesús critica a aquella Jerusalén incapaz de interpretar el tiempo que vive, en la encrucijada entre la comodidad, la indiferencia y la conformidad. Y es que, ciertamente, la dificultad para interpretar la realidad, para "verlas venir", provoca una distracción, en ocasiones preocupante
No
está bien “abstraer” los textos bíblicos y sacarlos de su contexto, pero en
ocasiones hay que hacerlo para que nos digan “algo” personal para el hoy de
nuestra vida.
En el texto de hoy Jesús critica a aquella Jerusalén incapaz de interpretar el tiempo que vive, en la encrucijada entre la comodidad, la indiferencia y la conformidad. Y es que, ciertamente, la dificultad para interpretar la realidad, para "verlas venir", provoca una distracción, en ocasiones preocupante
Efectivamente,
una de las mayores dificultades que tenemos los humanos es la de hacer una
verdadera interpretación de los acontecimientos que nos rodean. Saber
interpretar la realidad es imprescindible para situarnos
con acierto ante ella, conocerla y no estar continuamente “escondidos” en ella.
No
interpretamos la realidad cuando no sabemos escuchar. Y eso suele pasar cuando nuestras respuestas a las
preguntas que nos hacen son invariables y no cambian un ápice haya delante de
nosotros una persona blanca, negra gris, rosa o azul. Si mi respuesta es
invariable es que no he sabido comprender la peculiaridad del que me escucha.
No
interpretamos la realidad cuando nos negamos a opinar. El silencio, el callar casi siempre, el “no sabe
no contesta”, es la estrategia más cínica que hemos inventado las personas. El
silencio cómplice que no me complica y me resguarda, al final, deviene en
tiranía de sin-sentido personal… aunque tarde en llegar.
Interpretar
la realidad, por tanto, es tomar partido por ella, encargarnos de ella porque
nos interesa y porque nos sentimos urgidos a mejorarla. Al fin y al cabo la
vida que tenemos delante de nosotros cada día es huella del Creador. Mejorarla,
es reconocer su presencia.
Un
comentario sobre Jerusalén y su destrucción,
podéis leerlo aquí.Y
también pulsando en este punto rojo de más abajo.
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