domingo, 22 de noviembre de 2020

DOMINGO 22 DE NOVIEMBRE. SEMAMA 34 DEL TIEMPO ORDINARIO.


EVANGELIO 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
- «Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones.
Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas, de las cabras.
Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda.
Entonces dirá el rey a los de su derecha:
"Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.
Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme."
Entonces los justos le contestarán:
"Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?"
Y el rey les dirá:
"Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis."

Y entonces dirá a los de su izquierda:
"Apartaos de mí, malditos, id al fue o eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis."
Entonces también éstos contestarán:
"Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?"
Y él replicará:
"Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo."

Y éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.»

Mateo   25, 31-46
COMENTARIO

Hay dos grandes preguntas "modernas" de la fe que se contestan con dos respuestas "postmodernas". Y la clave de este engranaje esta en el evangelio de hoy. Me explico.

 

Quien pretende "defender" su opción cristiana de fe, generalmente siempre se encuentra con alguien que le espeta estas dos cuestiones: "¿para que sirve la fe?, ¿cómo justificas que ese Dios del que hablas es verdadero y no una invención de tu imaginación?".

 

Ante estas dos cuestiones "modernas", el que habla solo el clericalés (idioma típico de los curas) tiene en ocasiones la tentación de huir, o cuando menos, tiene la tentación de decir que "esto es cuestión de fe y que cuando el Señor llama estas cuestiones ni se preguntan, porque bien sabe Él lo que se hace".

 

Esta clericalesa respuesta, no está mal para quien conoce tal idioma, pero normalmente, el "moderno" que pregunta precisamente la hace porque desconoce dicho dialecto bastante enigmático, por cierto.

 

Creo que el evangelio de hoy sugiere una respuesta en "postmoderno". 

 

¿Para que sirve la fe?: pues muy fácil para que aquellos que la sientan se vuelvan más humanos y más hermanos. El objeto de la fe no es ni el más allá, ni la patria eterna de la que ahora somos peregrinos. Eso es una bienintencionada bobada buenista históricamente estéril. 


El objeto de la fe es el más acá del rostro del prójimo, y especialmente del prójimo cuya identidad social se encuentra desfigurada ("cada vez que lo hicisteis con uno de mis hermanos más débiles, conmigo lo hicisteis").

 

¿Cómo justificas que ese Dios del que hablas es verdadero y no una invención de tu imaginación?: pues mira, no lo sé. Ahora bien, lo que si que sé es que yo nunca creeré en un dios que me exija subir a un monte muy alto respirar hondo y llenarme de él; tampoco creeré en un dios que tenga necesidad de rodearse de sombras mistéricas, voces de ultratumba y sinergias medioambientales; y tampoco creeré en fantasmas ennegrecidos por la ranciez del tiempo que dicen ser oráculos del todo. 


Humildemente, es decir, "postmodernamente", prefiero creer en un dios que me pide cosas sensatas tales como aclarar mis sentidos vitales, para poder captar la realidad tal cual es y actuar en consecuencia.

 

Y es que, al final, la propuesta de Jesús invita a afinar nuestros elementales sentidos: 


*el sentido del gusto, para aprender a no engullir la comida vorazmente sino a compartirla con delicadeza con quien la necesita; 

 

*el sentido del oído, para acertar a entender los lenguajes de los forasteros del siglo XXI, y prestar mis oídos a maneras de pensar, de ser y de vivir que no comparto pero que están ahí; 

 

*el sentido del tacto, para no dictar recetas externas y vaciadas de ternura y calor a quienes sufren innumerables e innombrables faltas de libertad y se encuentran presos de la vida; 

 

*el sentido del olfato, para detectar el olor a sufrimiento detrás de tanta cosmética que casi nos obliga a disimular nuestras amarguras; 

 

*el sentido de la vista, que me permite ver más allá de las apariencias de fuerza y seguridad, con la que nos revestimos las personas la desnudez de nuestro “yo” a veces tan líquido y tan débil; 

 

*y…. el sentido común…. el sentido común para poder pensar que… de momento… no sentimos más vida que la que cada mañana nos acoge y, o nos encargamos de hacerla agradable a los demás, o nos veremos “fuera de juego” de esta historia pensando que vamos los primeros a la otra vida.

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