viernes, 26 de junio de 2020

EVANGELIO DEL VIERNES, 26 DE JUNIO. SEMANA 12 DEL TIEMPO ORDINARIO


EVANGELIO

Al bajar Jesús del monte, lo siguió mucha gente.
En esto, se le acercó un leproso, se arrodilló y le dijo:
«Señor, si quieres, puedes limpiarme». Extendió la mano y lo tocó, diciendo:
«Quiero, queda limpio».
Y en seguida quedó limpio de la lepra.
Jesús le dijo:
«No se lo digas a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que mandó Moisés, para que les sirva de testimonio».



Mate8 8, 1-4
COMENTARIO


La vida y la religión aparecen íntimamente unidas. Hoy vuelve a aparecer otra de estas acciones reveladoras típicas de la revelación evangélica: la obligación que impone Jesus al curado de cumplir con la institucionalidad judía (presencia ante el sacerdote más ofrenda) después de haberse curado.

Esto manifiesta dos cuestiones: en primer lugar, si eso era prescrito por las ley es porque la curación, tratárase o no del curandero Jesús o no, era un hecho, o cuando menos una posibilidad. 


En segundo lugar, Jesús reconocía un valor a las instituciones judías, porque de lo contrario  no tendría sentido tal envío a no ser para demostrar al sumo sacerdote el poderia de Jesús (cosa que no parece muy probable de acuerdo a la personalidad de Jesús).


Cuando traemos el texto al hoy de nuestra vida, bien podría tratarse de un sugerente aviso a la hora de valorar el papel de las instituciones religiosas en la fe de las personas. Ciertamente las instituciones, las oficialidad religiosa, tiene su papel en los procesos de fe; sobre todo si son muchos los fieles de una confesión religiosa; alguien tiene que organizar la gestión de lo religioso.

Pero, las instituciones religiosas no pueden convertirse en sagradas; cuando esto ocurre se formaliza un ídolo que incluso acaba tiranizando a la realidad sagrada que anuncia.

A Jesús le importaba la persona, todo está en función de ella. Cometemos un error cuando enfrentamos al ser humano con Dios como si fuera antes una realidad que la otra. Y no es así.

El ser humano es divino, y la divinidad contiene a la humanidad y viceversa. Absurda es una fe y una teología que no ha descubierto que humanidad y divinidad son como las dos caras de una misma moneda o las dos partes de una hoja.

Por esta razón entre otras, el evangelista Juan se atrevió a definir a Dios como amor; y para que haya amor, ha de haber relación.

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