EVANGELIO
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; al que me ama será amado mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él».
Le dijo Judas, no el Iscariote:
«Señor, ¿qué ha sucedido para que te reveles a nosotros y no al mundo?»
Respondió Jesús y le dijo:
«El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.
El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.
Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho».
Juan 14 21-26
COMENTARIO
El Evangelio de este pasado domingo nos introduce en un tema muy insistente en el evangelio de Juan. Aquella primitiva comunidad manifestó mucho interés en llevar la encarnación de Dios en Jesús a sus últimas consecuencias.
Para aquellos cristianos, Dios no solo está presente en Jesús, sino en todo ser humano que se amasa de amor. Por eso Jesús afirma que el Padre y Él harán morada en el ser humano que ama.
Precisamente por esto el cristianismo es una religion personal; y esto significa que ninguna cosa podemos considerar sagrada en sentido estricto. Sagrada es la persona humana, cada persona humana, porque en ella habita lo divino.
Cualquier otro intento de sacralizar espacios (como por ejemplo iglesias, santuarios "tierras santas"), o cualquier intento de sacralizar tiempos (el domingo, la cuaresma...) no deja de ser una pura anécdota.
El Dios de Jesús hace morada en el ser humano que ama y que vive, guardando su palabra, el proyecto del Evangelio.
De ahí que, como tantas veces hemos dicho, la gran peregrinación del cristiano, esa que ha de hacer al menos una vez en la vida, es al propio corazón, al lugar en el que anida la transparente presencia divina que lo habita.
Para aquellos cristianos, Dios no solo está presente en Jesús, sino en todo ser humano que se amasa de amor. Por eso Jesús afirma que el Padre y Él harán morada en el ser humano que ama.
Precisamente por esto el cristianismo es una religion personal; y esto significa que ninguna cosa podemos considerar sagrada en sentido estricto. Sagrada es la persona humana, cada persona humana, porque en ella habita lo divino.
Cualquier otro intento de sacralizar espacios (como por ejemplo iglesias, santuarios "tierras santas"), o cualquier intento de sacralizar tiempos (el domingo, la cuaresma...) no deja de ser una pura anécdota.
El Dios de Jesús hace morada en el ser humano que ama y que vive, guardando su palabra, el proyecto del Evangelio.
De ahí que, como tantas veces hemos dicho, la gran peregrinación del cristiano, esa que ha de hacer al menos una vez en la vida, es al propio corazón, al lugar en el que anida la transparente presencia divina que lo habita.
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