lunes, 3 de febrero de 2020

EVANGELIO DEL LUNES 3 DE FEBRERO. SEMANA 4ª DEL TIEMPO ORDINARIO.


EVANGELIO
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a la orilla del lago, en la región de los gerasenos. Apenas desembarcó, le salió al encuentro, desde el cementerio, donde vivía en los sepulcros, un hombre poseído de espíritu inmundo; ni con cadenas podía ya nadie sujetarlo; muchas veces lo habían sujetado con cepos y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba los cepos, y nadie tenía fuerza para domarlo. Se pasaba el día y la noche en los sepulcros y en los montes, gritando e hiriéndose con piedras. Viendo de lejos a Jesús, echó a correr, se postró ante él y gritó a voz en cuello: "¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Por Dios te lo pido, no me atormentes." Porque Jesús le estaba diciendo: "Espíritu inmundo, sal de este hombre." Jesús le preguntó: "¿Cómo te llamas?" Él respondió: "Me llamo Legión, porque somos muchos." Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca. 
Había cerca una gran piara de cerdos hozando en la falda del monte. Los espíritus le rogaron: "Déjanos ir y meternos en los cerdos." Él se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y la piara, unos dos mil, se abalanzó acantilado abajo al lago y se ahogó en el lago. Los porquerizos echaron a correr y dieron la noticia en el pueblo y en los cortijos. Y la gente fue a ver qué había pasado. Se acercaron a Jesús y vieron al endemoniado que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio. Se quedaron espantados. Los que lo habían visto les contaron lo que había pasado al endemoniado y a los cerdos. Ellos le rogaban que se marchase de su país. 
Mientras se embarcaba, el endemoniado le pidió que lo admitiese en su compañía. Pero no se lo permitió, sino que le dijo: "Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo por su misericordia." El hombre se marchó y empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; todos se admiraban.
Marcos   5, 1-20

COMENTARIO

Sorprende la actitud de aquellos "vecinos" del endomoniado tras realizar Jesús la curación. No es normal que habiendo hecho un bien dichos vecinos rueguen a Jesús que se vaya.

En broma podríamos decir que dos mil cerdos supondrían un valor económico nada despreciable. Ciertamente, el IBEX  del momento y de aquel día debió entrar en pérdidas. Pero no creo que el daño económico fuera el causante de aquella extraña decisión.

Más lógico pudiera ser que aquel hombre invadido por Legión fuera el "chivo expiatorio" del lugar. Todas las colectividades necesitan de esa figura. Siempre "debe" haber alguien a quien echarle las culpas de lo que ocurre. En el fondo, Legión cumplía una "función social" porque aquella persona poseída siempre serviría para cargar con la responsabilidad del mal de los otros. "El endemoniado tiene la culpa de lo que nos pasa" -imagino que dirían los vecinos del lugar.

Pero Jesús, sanándole, eliminó la figura del "chivo expiatorio" y colocó a cada uno ante su propia verdad. Y eso, en ocasiones, resulta incómodo. Expulsan a Jesús porque a los vecinos se les acabó el argumentario que no pocas veces les habría servido de excusa, para no asumir la propia responsabilidad en la vida, ante sus propios errores

Cuando traemos el texto al hoy de nuestra vida resulta tremendamente significativo. Porque no deja de en-dia-blarnos a las personas el hecho de enfrentarnos a nuestra propia verdad. Y cuando esto ocurre, preferimos en-dia-blar a otros con la cómoda excusa de no cargar con nuestras propias responsabilidades. 

Y cuando esto ocurre, fabricamos un demonio externo a nosotros, un chivo expiatorio que nos libera de la necesidad personal de cambio y conversión que toda persona tiene. Por eso, generalmente nos molestan las personas que nos colocan frente a nuestra verdad. Y los expulsamos de nuestra vida.

Esto vale por unos dias, meses.... e incluso años. Pero llega un momento en que uno se mira al espejo y ve realmente lo que es.... o lo que podría haber sido si hubiera sabido "andar en verdad".

Urge, por tanto, ser veraces siempre, o si no, cuanto antes. De lo contrario empezarán a resultarnos molestas muchas personas de nuestro alrededor, cuyo nombre coincidirá no pocas veces con el de nuestros amigos, vecinos...y quien sabe si compañero de mesa...incluso eucarística.

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