domingo, 9 de febrero de 2020

EVANGELIO DEL DOMINGO 9 DE FEBRERO. SEMANA 5ª DEL TIEMPO ORDINARIO.


EVANGELIO
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?
No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.
Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.
Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.
Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.»

Mateo 5, 13-16
COMENTARIO

Aunque puede ser su contexto habitual, la experiencia religiosa no tiene que estar ligada a situaciones límites tales como la muerte, el sufrimiento, el fracaso... situaciones en los que se ajusta la vida y no hay más remedio que buscar un sentido.

Si por algo se caracterizó Jesús fue por introducir la dimensión religiosa de la vida en los contextos habituales de la vida. De esto va el evangelio de hoy.

La experiencia de Dios ha de dar sabor a la vida y ha de iluminar y orientar la vida. Los hombres y mujeres religiosos tienen la gozosa posibilidad de ser  personas que dan sabor y personas que  irradian sentido. Esta es la dicha de ser creyente.

Una  experiencia religiosa que no me sabe a nada y que no me ilumina en nada, es una experiencia inútil. Y por la misma razón, de un creyente que no ejerce esa tarea en la vida, solo podemos decir que ha colapsado en esa dimensión.

Cuando buena parte de las personas que pasan por nuestros procesos de iniciación (Bautismo - Comunión -Confirmación), acaban pasando de la Iglesia, nosotros, los iniciadores, tendremos que preguntarnos irremediablemente, por el sabor  que les damos a nuestros guisos

Y las personas que siguen solicitando estos procesos para sus hijos e hijas, así sin más, tendrían que preguntarse que sentido tiene iniciar a una religión que a la postre se convertirá en una religión inútil. 

Dicen que el gran pensador del siglo XX, Jean Paul Sartre, afirmó que "la vida es una pasión inútil". Pesimista, desde luego, lo era el hombre. Pero nos pone sobre aviso para que despertemos a la realidad y pongamos los medios, más pronto que tarde, para no seguir estando cómplicemente entretenidos en itinerarios inútiles de iniciación cristiana.

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