domingo, 11 de agosto de 2019

EVANGELIO DEL DOMINGO 11 DE AGOSTO. SEMANA XIX DEL TIEMPO ORDINARIO.


EVANGELIO
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
No temas, pequeño rebaño; porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino.
Vended vuestros bienes, y dad limosna; haceos talegas que no se echen a perder, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas: Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle, apenas venga y llame.
Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela: os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo.
Y si llega entrada la noche o de madrugada, y los encuentra así, dichosos ellos.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete.
Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis, viene el Hijo del Hombre.
Pedro le preguntó:
–Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos?
El Señor le respondió:
–¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración a sus horas ?
Dichoso el criado a quien su amo al llegar lo encuentre portándose así. Os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes.
Pero si el empleado piensa: «Mi amo tarda en llegar», y empieza a pegarles a los mozos y a las muchachas, a comer y beber y emborracharse; llegará el amo de ese criado el día y a la hora que menos lo espera y lo despedirá, condenándolo a la pena de los que no son fieles.
El criado que sabe lo que su amo quiere y no está dispuesto a ponerlo por obra, recibirá muchos azotes; el que no lo sabe, pero hace algo digno de castigo, recibirá pocos.
Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá.

Lucas  12, 32-48

COMENTARIO

Siempre me han llamado la atención los personajes de la mitología griega y romana. Leo de vez en cuando algo de esto porque me previene a la hora de decir inconveniencias sobre nuestra propia red de creencias cristianas. 

Perdonar la digresión, pero no se si conocéis la bonita historia mitológica de las diosa de la luna, Selene, con Endimión, un pastor de Caria de origen divino y nieto de Zeus. Es una historia preciosa que bien podría ilustrar estas lunas de agosto, siempre tan sugerentes…. 

Resulta que el tal Endimión estaba de muy buen ver, y en los anocheceres se enamoraba de Selene, diosa de la luna. Cuando se quedaba dormido, Selene, la diosa, se enamoraba de Endimión. Ambos estaban enamorados el uno del otro pero no lo sabían porque no coincidían en vigilia y sueño.

Cuando Endimión dormía, Selene bajaba y se recostaba junto a él. Hasta que un día se dieron cuenta de que estaban juntos porque coincidieron en estado de vigilia. Pero ahí vinieron los problemas. Selene se enamoró por lo guapo que era él, y el empezó a temer que con el paso del tiempo su belleza, por las cosas de la edad, dejaría de ser tal. Solución, que Zeus le concediera no envejecer nunca (nótese cómo los humanos le pedimos ya desde antiguo a los dioses cosas imposibles). 

Pero Zeus, que tenía que atemperar siempre la realidad, le concedió a medias lo que pedían los enamorados. Endimión no envejecería cuando estuviera  durmiendo, pero el tiempo que pasara despierto envejecería como cualquier mortal. La solución de Endimión pasaba entonces por gozar de un sueño eterno junto a Selene.

La solución es complicada, porque “si duermes”… no “amas”.  Siempre tendrás al amado a tu lado, pero ¿para qué?.  Lo cierto es que el sueño eterno se convirtió a partir de ese momento en signo de “felicidad eterna”; a mi juicio “no-consciente”. Y una felicidad no-consciente ¿es felicidad?

Bueno, … pues esto viene por el evangelio de hoy. El Maestro de Galilea viene a decir que “tonto serás si decides vivir permanentemente con los ojos cerrados” (perdón por la expresión). Estar atento, estar vigilante, estar con los ojos abiertos es garantía de felicidad. Hoy se lleva lo contrario desde el punto de vista antropológico; a más ignorancia, más aparente felicidad; a más des-compromiso, más placer; a más entretenimiento, más plenitud.

Pero la propuesta cristiana es una propuesta de ojos abiertos. De ahí que el evangelio de hoy llame a la continua atención, a la continua vigilancia y a la permanente espera. Estas actitudes creo que no hay que entenderlas en clave de “miedo”, es decir, con la idea de que hay que estar vigilante, por si el “mal” nos sorprende con sus asechanzas. 

Al revés, la propuesta cristiana es a la vigilancia y a la espera activa como condición de posibilidad de “no perderse nada”, porque todo es portador de posibilidades en la vida. 

De hecho, el origen de la palabra “vigilar” o “vigilancia” la vincula con la palabra “vigor”. Es decir, se trata de estar “vigorosos” con pasión, con fuerza, con estilo, con actitud, con responsabilidad ante la vida.

Tendremos que optar por un “modelo vital” u otro. El de Endimión y Selene, que “guardaron” su vida”, durmiéndola, para un amor eterno del que no podían disfrutar dado su permanente ensoñación. O el modelo de Jesús, cuya propuesta vital invita a “perder” la vida, entregándola cada día,  apostando por un amor consciente, sincero, apasionado y también crucificado. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tu opinión.