martes, 29 de enero de 2019

EVANGELIO DEL MARTES 29 DE ENERO. SEMANA 3 DEL TIEMPO ORDINARIO



EVANGELIO
En aquel tiempo, llegaron la madre y los hermanos de Jesús y desde fuera lo mandaron llamar. La gente que tenía sentada alrededor le dijo: «Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan.»
Les contestó: «¿Quienes son mi madre y mis hermanos?»
Y, paseando la mirada por el corro, dijo: «Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre.»
Marcos   3, 31-35

COMENTARIO

Que el judaísmo en tiempo de Jesús tenía comportamientos típicos de 
una secta nadie lo pone en duda. Considerarse “pueblo elegido” a costa de otros lo expresa con rotunda claridad. 

Que la familia de Jesús participaba de esta convicción cultural y religiosa es evidente. El evangelio de hoy así lo revela; cuando se dan cuenta de que Jesús está revolucionando el “ideario” religioso del momento van en su busca para re-introducirlo en los límites y seguridades de “su familia”. 

El problema es que Jesús les “hace frente”: “estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre”.

La Iglesia católica no es una secta y no es este comentario diario el lugar para justificarlo. Ahora bien, en la Iglesia católica hay, en ocasiones, comportamientos sectarios. De nuestra capacidad para ser críticos con dichos comportamientos, a mi juicio, depende nuestra salud personal y espiritual y la credibilidad de nuestra experiencia de fe.

El “abc” de la sociología de la religión nos dice que una secta se caracteriza por tres o cuatro cosas muy concretas: la autoridad y el poder de un líder especialmente manipulador y con comportamiento de niñato adolescente en el fondo; sus miembros se creen que sólo ellos van a salvar al mundo; por tanto, dividen el mundo en salvados y condenados, listos y tontos, con razón o sin ella; sus miembros generalmente padecen déficits afectivos e intelectuales  considerables, de modo que la inseguridad y la falta de criterio les convierte en presa fácil.

En los grupos que pululan por nuestra Iglesia a veces es fácil detectar estas características; en ocasiones nos encontramos con grupos que si bien no están cerrados, sin embargo la disidencia, la capacidad crítica y la heterodoxia de los mismos se penaliza con la exclusión

Si el líder es “listo” la exclusión es muy “fina”, porque no es expulsión física, es expulsión que caracteriza al disidente como alguien que no sintoniza, como “verso suelto”, o como no partícipe de la “moda” de turno (la del líder). 

Ahora bien, si el líder no es muy listo deja muchas huellas y su sectarismo, al fin y al cabo no es más que la afirmación del culto a su personalidad que, por naturaleza, es excluyente.

Con todo eso hay que romper, porque hay “rupturas que crean fraternidad”. Jesús es especialista en estas rupturas. Rompe con el imperialismo despótico de la Ley judía; rompe con el sectarismo del Templo de Jerusalén, y rompe con la dictadura y la tiranía de los afectos “familiares o de grupo” que tienen generalmente una capacidad de manipulación tremenda. 

Y Jesús, rompiendo, crea una fraternidad mas amplia, más plena y más humana, en la que la libertad y la apertura resultan sanadoras y saludables a pesar de las intemperies (algunas muy incómodas) son un precio que hay que pensarse.

Hoy es un buen día para detectar comportamientos sectarios en nuestros alrededores religiosos, familiares, afectivos y poner nombre a las rupturas que hemos de realizar. 

Todo ello por un fin bueno: cumplir la voluntad de Dios o lo que es lo mismo construir, testimoniándolo personalmente, el proyecto del Evangelio.






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