miércoles, 3 de octubre de 2018

PARROQUIAS DE ALCADOZO Y LIÉTOR. EVANGELIO DEL MIÉRCOLES 3 DE OCTUBRE. SEMANA 26 DEL TIEMPO ORDINARIO


EVANGELIO
En aquel tiempo, mientras iban de camino Jesús y sus discípulos le dijo uno: «Te seguiré adonde vayas.»
Jesús le respondió: «Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.»
A otro le dijo: «Sígueme.»
Él respondió: «Déjame primero ir a enterrar a mi padre.»
Le contestó: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios.»
Otro le dijo: «Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia.»
Jesús le contestó: «El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios.»

Lucas  9, 57-62

COMENTARIO

El evangelio de hoy es una tentación entenderlo en clave “individual”, y yo creo que entonces se  vuelve una experiencia “imposible”, porque quizás resulte “sobre-humano” cumplir con una experiencia religiosa tan extremadamente exigente. Aunque, quizás excediéndome indebidamente, yo pienso que más que extremadamente exigente se trataría de una experiencia religiosa “marcadamente fundamentalista”; es decir “sin pasarla previamente por el contexto cultural de la época.

Por eso creo que el “marco” adecuado para entender este evangelio no es el “individual” sino el “comunitario-eclesial”. Jesús pronuncia esas palabras a toda la comunidad, y además intentando marcar distancias con la manera de pensar con el “judaísmo.

Ye hemos dicho en alguna que otra ocasión que para el “judío de bien”  “casa y familia” son sagradas. La “casa” como expresión de la tierra, la “familia” como expresión de la descendencia. Tierra y descendencia recordad que eran las dos promesas fundacionales del judaísmo abrahámico.

Por tanto, no tener donde reclinar la cabeza (no tener casa), no enterrar a tu padre (no “sacralizar” la familia) y no echar la vista atrás (es decir, no vivir fiados del “dios de nuestros padres”)… todo esto… supone situarse en perspectiva claramente conflictiva con el judaísmo más ortodoxo.

Jesús se presenta, por tanto, como la nueva casa y la nueva familia. Yo creo, sinceramente, que más que un texto de perfil vocacionalmente dulzón, se trata de una manera de decir que la vida la vivimos “al día” y que de Dios se tiene experiencia “caminando”, es decir, construyendo la historia y construyéndote personalmente cada día.
                                               
No vendría mal que como Iglesia también nos miráramos en este texto, a modo de espejo. Porque una Iglesia obsesionada con el pasado y la “santa tradición” (en el peor de los sentidos de la palabra “tradición”) pudiera ser una clara expresión de un “muerto necesitado de ser enterrado”, y un museo lleno de un ¿bello? pasado.

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El mensaje de la semana, en video, aquí podéis verlo. 












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