Pero él repuso: «Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen.»
"Cumplir", bíblicamente hablando, no es "posturear" sin creer. Todo lo contrario, "cumplir" es "llenarte de algo", guardándolo como un tesoro y por eso mismo viviéndolo consecuentemente.
Esta es la clave de la fe que nos ofrece el evangelio de hoy. La experiencia de la fe no se activa sobre todo a base de intensas letanías. Imagino a Jesús agradeciendo a aquella buena mujer el piropo que le había dirigido a su madre: "dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron". Gracias -le diría-, pero no es eso.
La fe no es cosa de piropos espirituales. Es más bien cuestión de "escucha" silente y de posterior siembra eficaz en la vida. Y como la palabra de Dios siempre nos ha llegado a través de la palabras humanos, vivir es escuchar al prójimo y llenarnos de su presencia. Sólo así, "cumpliremos" con la vida; es decir, seremos felices.
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