La gente se apiñaba alrededor de Jesús, y él se puso a decirles: «Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación. Cuando sean juzgados los hombres de esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que los condenen; porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón. Cuando sea juzgada esta generación, los hombres de Nínive se alzarán y harán que los condenen; porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás».
Lucas 11, 29-32
El de hoy es un texto encriptado en la cultura judía. Ya comentábamos la semana pasada la necesidad de "signos" que tenían los judíos; se une al texto el sentimiento de ser "casta elegida" en exclusiva por Dios para la salvación. Los ninivitas y la Reina del Sur representan a los pueblos forasteros excluidos de la bendición divina, precisamente por ser extranjeros.
Jonás, protagonista de un cuento judío que ilustraba ese sentimiento, es colocado por el propio Jesús como antecedente suyo. Jonás, aunque a disgusto, predicó la salvación a los no-judíos en su tiempo. Jesús vendría a ser como el nuevo Jonás que, “con gusto", predica la salvación también para los pueblos paganos.
No podía faltar la provocación. La Reina del Sur y los ninivitas serán los jueces de la "casta judía"; es fácil imaginar el cabreo por parte de los fariseos y saduceos. Y todo esto viene porque estos últimos no reconocen las maneras de Jesús.
Cuando traemos el texto al hoy de nuestra vida, aunque es complicada la actualización, creo que es una llamada a denunciar todo lo que de excluyente tienen en general las religiones y en particular la nuestra.
Dios es inclusión, por tanto, la raza, el sexo, las ideas, los sentimientos.... todo lo que constituye la personalidad de un ser humano, no podrá ser nunca criterio de discriminación en la religión.
Y esta reflexión hay que hacerla en el presente; porque la vida es "decisión" antes que "reflexión". Es relativamente cómodo permitir que la teo-logía vaya por delante de la teo-cordía. Pero esto puede llegar a ser paralizante.
Los problemas de la Iglesia tendrían otro afrontamiento si pusiéramos delante la vida y el corazón, y después , lo vivido, lo convirtiéramos en palabra teorizada.
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El mensaje de la semana, en video, aquí podéis verlo.
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