lunes, 2 de abril de 2018

LUNES DE LA 1ª SEMANA DE PASCUA. EL EVANGELIO DEL 2 DE ABRIL

EVANGELIO
En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: "Alegraos." Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies. Jesús les dijo: "No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán." Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles: "Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros." Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.

Mateo 28, 8-15
COMENTARIO

Siempre me ha resultado atractivo eso del "sepulcro vacío" aunque nunca he estado en Jerusalén para comprobarlo. En determinadas reflexiones teológicas, a mi juicio un poco fundamentalistas, esto de que estuviera vacío resulta un dato muy interesante. Un día con más tiempo, contaré la historia apócrifa de la "cruz parlante". Recién pasada la Semana Santa no quiero dar ideas para la creación de nuevas cofradías...

Pero lo realmente sugerente de hoy no es tanto el sepulcro vacío (ya veis la de historias que se crearon en torno a el), como la iglesia testimoniante que arranca en aquel tiempo. Si no llega a ser por aquellas mujeres "alegradas" que volvieron a Galilea, hoy no estaríamos aquí haciendo memoria de aquel acontecimiento. 

Por eso el "creer en Jesús" va indisolublemente unido al "creer en quienes le sintieron y le anunciaron presente en la comunidad a pesar de su muerte". La fe en Jesús esta irremediablemente unida a la fe en la primitiva iglesia que nos lo contó. 

Por eso, la Iglesia de hoy tiene que ser consciente de que no por muchos viajes que echemos a Jerusalén vamos a creer más o menos. Para los hombres y mujeres de piedad no están mal esos viajecicos; pero son tan superfluos como insuficientes.

La credibilidad de la Iglesia se encuentra en su integridad, en su sensatez, en su saber estar "culturalmente situada", en su capacidad para proponer el mensaje sin enfrentar ni dividir.

Jesus, en el Calvario, no dio un discurso adoctrinante: Él, entregó su vida y reconcilió (perdónalos...no saben lo que hacen...); en el sepulcro, no apabulló: dejó la huella de la ausencia (buscáis... no está); quiera Dios que la Iglesia, en los Calvarios de hoy y en los sepulcros de hoy, sepa mantener ese talante sereno y humilde. 

De otra forma, el Dios de Jesús no será reconocible en su Iglesia. Porque no somos agitadores sociales, simplemente somos "portadores de una alegría".







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