domingo, 29 de abril de 2018

DOMINGO 5º DE PASCUA. EL EVANGELIO DEL 28 DE ABRIL.


EVANGELIO
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
–Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el labrador.
A todo sarmiento mío que no da fruto lo poda para que dé más fruto.

Vosotros estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí y yo en vosotros.
Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él; ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada.
Al que no permanece en mí, lo tiran fuera, como al sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.
Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que deseéis, y se realizará.
Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.
Juan   15, 1-8


COMENTARIO

Ciertamente, las imágenes que utilizaba Jesús para hablar de Dios contrastan con los conceptos que más tarde se impusieron en la comunidad cristiana para definirlo. Hace poco le escuché a alguien decir que quizás la "doctrina" cristiana hubiera sido distinta si en vez de fijar conceptos en el Credo, hubiéramos ofrecido imágenes.

La semana pasada era la imagen del buen pastor y el rebaño. Esta semana es la imagen del labrador, la vid y los sarmientos. ¡Quién sabe si esta imagen de hoy no es una bella expresión de la Trinidad cristiana!

Según he leído (porque práctica no tengo en el oficio), la vid tiene dos características interesantísimas: en primer lugar es una planta cuyos pámpanos tienden a torcerse y doblarse como buscando permanentemente cobijo en el propio lugar desde el que brotan; en segundo lugar, se trata de una planta que ha de podarse casi de raíz porque si no todo su potencial para dar fruto se vería ahogado; la clave de que dé fruto es su adecuada y continua poda.

Ciertamente no pudo encontrar Jesús una imagen mejor para hablar de la condición humana. Somos sarmientos llamados  a dar fruto, pero permanentemente referenciados a la matriz de la que venimos. Y esa matriz es la garantía de nuestra fuerza. Un sarmiento no podado acabaría por no dar fruto.

Cuando traemos el texto al hoy de nuestra vida, creo que nos sugiere dos características para nuestra experiencia cristiana. 

La primera de ellas es que en tiempos como los nuestros en los que hemos descubierto el valor de ser autónomos hasta el  extremo, viene a recordarnos esta imagen que es bueno  tener una sana conciencia de pertenencia: al mundo, a la sociedad, a la iglesia, a la familia, a la comunidad. No somos más cuanto menos necesitamos de otros; al revés, eres un ser maduro cuanto más caes en la cuenta de que "necesitas" y "te necesitan".

En segundo lugar, la clave de la vida no está en apropiarte de ella como dueño y señor de la misma. Al revés, saberte poner cada día en crisis (podarte), es la única manera de crecer, frente aquellos que extasían su vida a base de la continua mirada auto- complaciente.

Con razón, el fruto de la vid, el vino, des-inhibe tanto.







No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tu opinión.