"Jesús, en cambio, no
viene del mundo de los muertos -ese mundo que Él ha dejado ya definitivamente
atrás-, sino al revés, viene precisamente del mudo de la pura vida, viene realmente
de Dios, Él mismo, como el viviente que es, fuente de vida. Lucas destaca de manera
drástica el contraste con un espíritu, al decir que Jesús pidió algo de comer a
los discípulos todavía perplejos y, luego, delante de sus ojos, comió un trozo
de pez asado.
La mayoría
de los exegetas opinan que Lucas, en su celo apologético, ha exagerado aquí;
con una afirmación como ésta, habría vuelto a poner a Jesús en una corporeidad
empírica, que ha sido superada con la resurrección. De este modo, entraría en
contradicción con su propio relato, según el cual Jesús se presenta de
improviso en medio de los discípulos en una corporeidad que no está sometida a
las leyes del espacio y el tiempo".
J. Ratzinger, Jesús de Nazaret. Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección,
Madrid 2011, 312-313
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