EVANGELIO
En aquel tiempo, a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola: - «Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: "¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo." El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador." Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»
Lucas 18, 9-14
El evangelista Lucas es especialista
en crear personajes parabólicos reveladores de la más honda
personalidad humana. Lo hace con la maestría de quien no condena, sino que
te propone un camino interior de auto-conocimeinto y superación.
Por eso el evangelio era apercibido como una buena noticia.
El texto de hoy nos propone tres niveles de percepción
en nuestra personalidad. Dos son evidentes, y uno esta implícito en
el texto, porque a él le toca la "gestión" de los
extremos:el común de los mortales, más allá de las apariencias,
estamos hechos de normalidad disimulada; no somos ni demonios ni ángeles.
Efectivamente, todos tenemos un nivel infra-humano
(fariseo y dia-bólico) lleno de grandes o perqueños odios, vanidades y
orgullos que en ocasiones nos hacen pensar (aunque no tanto decir, por
decoro) eso de "yo no soy como los demás... ni como ése".
Sentirte distinto... no es malo, creo; pero sentirte
"mejor que" y lanzarte hacia el otro con tus juicios, es tan
engañoso como efímero, porque basta que venga otro mejor que tu para caer en la
cuenta de lo débil de tu argumento.
Todos tenemos un nivel humano. Este es sin lugar a
dudas nuestro mejor nivel. Está lleno de todas aquellas cosas que aportamos a
los demás y a la sociedad, casi siempre sin poner nuestra firma, en la
cotidianeidad de nuestros quehaceres, y que incluso pasa desapercibido para nosotros
mismos.
Creo que una persona es más humana cuánto más valores
de este tipo atesora, y la grandeza humana de una persona, a mi juicio, es
proporcional a su callada y continua ofrenda vital. Siempre he pensado que no
hay cosa más sosegaste que ver a un niño dormir; no hace nada, sólo duerme, él
no lo sabe...pero te calma.
Y todos tenemos un nivel divino. Por divino entiendo
aquí lo que "podemos llegar a ser y aún no somos" porque hemos de
seguir creciendo, mejorando, rectificando, en un continuo ejercicio de
superación vital. Es el mundo de nuestros anhelos y deseos.
Todos tenemos nuestro "paraíso personal" al
que tendemos y al que no podemos llegar solos, más que nada porque somos
conscientes de que hay cosas de la vida que no podemos "darlas a luz"
por nosotros mismos; alguien debe actuar de "partera" de nuestra
personalidad. Nos "dieron a luz" físicamente, y "nos dan a
luz" humananamente cada día.
Si triste ha de ser nacer solo, sin que nadie te
espere; igual de triste es tener que "negar al otro" para
"afirmarme yo" ("¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy
como los demás...)
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