En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: «Si quieres, puedes limpiarme.» Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Quiero: queda limpio.» La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente: «No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés.» Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas partes.
Marcos 1, 40-45
COMENTARIO
A poco que nos detengamos
unos instantes en los textos evangélicos que describen milagros, es fácil
detectar que, junto al llamado milagro, siempre hay una acción
sorprendentemente reveladora que lo acompaña. Ayer, si recordáis, era el hecho
de "ponerse a servir" después de estar curada la suegra de Pedro.
Hoy vuelve
a aparecer otra de estas acciones reveladoras típicas del evangelista Marcos:
la obligación que impone Jesus al curado de cumplir con la institucionalidad
judía (presencia ante el sacerdote más ofrenda) después de
haberse curado.
Esto
manifiesta dos cuestiones: en primer lugar, si eso era prescrito por
las ley es porque la curación, tratárase o no del curandero Jesús o no,
era un hecho, o cuando menos una posibilidad. En segundo lugar, Jesús
reconocía un valor a las instituciones judías, porque de lo contrario
no tendría sentido tal envío a no ser para demostrar al
sumo sacerdote el poderia de Jesús (cosa que no parece muy probable
de acuerdo a la personalidad de Jesús).
Pero
finalmente, resulta también curioso cómo el
"curado" pasa de institución y se dedica a contar y
anunciar lo que le ha ocurrido, sin presentarse ante los sacerdotes.
Jesús no le riñe por proceder de tal modo.
Cuando
traemos el texto al hoy de nuestra vida, bien podría tratarse de
un sugerente aviso a la hora de valorar el papel de las instituciones
religiosas en la fe de las personas. Ciertamente las instituciones,
las oficialidad religiosa, tiene su papel en los procesos de fe;
sobre todo si son muchos los fieles de una confesión religiosa; alguien
tiene que organizar la gestión de lo religioso.
Pero,
las instituciones religiosas no pueden convertirse en sagradas;
cuando esto ocurre se formaliza un ídolo que incluso acaba tiranizando a la
realidad sagrada que anuncia.
A
Jesús le importaba la persona, todo está en función de ella. Cometemos un error
cuando enfrentamos al ser humano con Dios como si fuera antes una realidad
que la otra. Y no es así.
El ser humano es divino,
y la divinidad contiene a la humanidad. Absurda es una fe y
una teología que no ha descubierto que humanidad y divinidad son como
las dos caras de una misma moneda o las dos partes de una hoja.
Por esta
razón entre otras, el evangelista Juan se atrevió a definir a Dios
como amor; y para que haya amor, ha de haber relación.
PD. Aquí puedes leer el comentario del mismo evangelio del año pasado.
PD. Aquí puedes leer el comentario del mismo evangelio del año pasado.
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