EVANGELIO
En aquel tiempo, decía Jesús: «¿A qué se parece el reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Se parece a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto; crece, se hace un arbusto y los pájaros anidan en sus ramas.»
Y añadió: «¿A qué compararé el reino de Dios? Se parece a la levadura que una mujer toma y mete en tres medidas de harina, hasta que todo fermenta.»
Y añadió: «¿A qué compararé el reino de Dios? Se parece a la levadura que una mujer toma y mete en tres medidas de harina, hasta que todo fermenta.»
Lucas 13, 18-21
La tradición de la Iglesia ha utilizado la imagen
de la levadura para mostrarnos cómo el reino de Dios se va abriendo paso en la
historia cotidiana de los humanos.
La levadura es discreta, no se nota aunque
está; pero en cualquier caso ejerce su tarea.
La levadura, por otra parte, nos habla de la paciencia que requiere el hacerse
con la masa y hacer desde la masa. Requiere su tiempo. Las condiciones
culturales e históricas con las que se las tiene que ver el cristianismo de
hoy, requiere de un proceso lento, paciente, de "dentro a fuera" del
ser humano.
Y además con un matiz; para los judíos, las
levaduras eran un producto ambiguo. Por una parte eran buenas porque
"hacían crecer"; pero por otras parte eran malas porque tenían
capacidad para "pudrir" (fermentar). La imagen es más que perfecta.
Ser levadura conlleva la idea de conversión, de poner en crisis algo para
mejorar (morir - nacer de nuevo).
Ahora que estamos en tiempo de misión,
"misionar", como la levadura, es anunciar "desde dentro",
sabiendo poner(nos) en crisis de vez en cuando , para crecer y madurar.
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