Un sábado, enseñaba Jesús en una sinagoga. Había una mujer que desde hacía dieciocho años estaba enferma por causa de un espíritu, y andaba encorvada, sin poderse enderezar.
Al verla, Jesús la llamó y le dijo: «Mujer, quedas libre de tu enfermedad.» Le impuso las manos, y en seguida se puso derecha. Y glorificaba a Dios.
Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, dijo a la gente: «Seis días tenéis para trabajar; venid esos días a que os curen, y no los sábados.»
Pero el Señor, dirigiéndose a él, dijo: «Hipócritas: cualquiera de vosotros, ¿no desata del pesebre al buey o al burro y lo lleva a abrevar, aunque sea sábado? Y a ésta, que es hija de Abrahán, y que Satanás ha tenido atada dieciocho años, ¿no había que soltarla en sábado?»
A estas palabras, sus enemigos quedaron abochornados, y toda la gente se alegraba de los milagros que hacía.
Al verla, Jesús la llamó y le dijo: «Mujer, quedas libre de tu enfermedad.» Le impuso las manos, y en seguida se puso derecha. Y glorificaba a Dios.
Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, dijo a la gente: «Seis días tenéis para trabajar; venid esos días a que os curen, y no los sábados.»
Pero el Señor, dirigiéndose a él, dijo: «Hipócritas: cualquiera de vosotros, ¿no desata del pesebre al buey o al burro y lo lleva a abrevar, aunque sea sábado? Y a ésta, que es hija de Abrahán, y que Satanás ha tenido atada dieciocho años, ¿no había que soltarla en sábado?»
A estas palabras, sus enemigos quedaron abochornados, y toda la gente se alegraba de los milagros que hacía.
Lucas 13, 10-17
COMENTARIO
El evangelio de hoy, más que la narración de un milagro, es la
crónica de una “provocación” en toda regla por parte de Jesús. Lucas, lanzó un
dardo peligroso al lugar sagrado del judío, la sinagoga, y al tiempo sagrado
por excelencia, el “sábado”.
La escena es “chocante” y “descarada”. Una mujer poseída (atada
por Satanás), nada menos que en la sinagoga (cosa improbable a todas luces dada
su impureza), y que es curada en sábado (que estaba prohibido hacerlo según la
Ley).
Pero por si fuera poco, Lucas
añade más dramatismo… ¿lo imagináis?... Pues sí, efectivamente lo de los
“dieciocho años encorvada”. El número “dieciocho” tiene para los judíos una
significación especial. La gran oración judía, el Shemá (como nuestro
Padre Nuestro, más o menos) era el rito con el que se iniciaba la oración, al
que le seguían dieciocho bendiciones, llamadas “beraká”. Este es el escenario.
Lucas, muy sutilmente, nos
presenta a un Jesús que descubre la auténtica ligadura que ata a la mujer. La auténtica cadena
de esa mujer es una Ley judía que los asfixia tanto, que los deja
encorvados. Se vuelven esclavos de la ley, y llegan a poner su
confianza en ellos mismos, pues se quieren salvar por el cumplimiento de normas
y preceptos.
Cuando Jesús declara que esta
mujer lleva dieciocho años enferma, está enviando un mensaje subliminal al jefe
de la sinagoga, dándole a entender que todo su culto y toda su oración (las 18
bendiciones), si no liberan al ser humano de su enfermedad, si no le ayudan a
ser feliz, es un culto satánico.
Lo dramático de una determinada
manera de vivir el culto judío es que se puede asistir regularmente a la
sinagoga y guardar cada uno de los mandamientos de la ley (sintetizados en el
sábado), y vivir esclavo y atado por Satanás. Hay sistemas religiosos que no
garantizan, y muchas veces no propician, la libertad del hombre. Directamente
Jesús está llamado “Satanás” a los fariseos y a todos aquello que hacen del
cumplimiento externo de la Ley el único culto posible.
Las leyes y normas religiosas,
cuando despersonalizan, convierte al ser humano en maldito. La ley, dada para
ser felices, cuando olvida a la persona a la que va dirigida, se transforma en
un peso insoportable que encorva al ser humano. Con esta curación que ocurre en
sábado podemos suponer que el fardo que mantenía encorvada a esta mujer, como
al judaísmo, era la legislación y sus tradiciones humanas que habían llegado a
ser una carga intolerable.
El riesgo de la Palabra de Dios
es “su interpretación”. Bien podríamos preguntarnos hoy cuantas leyes y
preceptos de nuestra religión (ahora) nos encorvan y nos impiden “vivir con
sensatez” nuestra experiencia de fe.
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