lunes, 17 de abril de 2017

BUENA PASCUA DE RESURRECCIÓN

Jesús Resucitado,  o la historia del díscolo camaleón.

Tocaba padecer de muerte, pero quienes acudieron para poner fin a los actos funebres  comenzaron a atestiguar unas huellas de vida a mitad de camino entre la incertidumbre y la indecisión. Y desde aquellos momentos, hasta hoy, los humanos nos debatimos en esa misma tensión: ante la muerte, o incierta apuesta de sentido, o decisiva pasión por lo cotidiano.

Los camaleones tienen la virtualidad de cambiar de color para pasar desapercibidos. Superviven mimetizándose con el ambiente. En ellos, la estética sintoniza con la dudosa ética del sálvese quien pueda. Pero Jesús de Nazaret, o quizás su memoria viviente en los discípulos, lejos de “adaptarse” a la realidad, no tuvo ningún reparo en morir cuando “tocaba estar vivo” y en dejar huellas de vida “cuando tocaba estar muerto”.

Jesús de Nazaret fue un camaleón díscolo. Le definía, más que su “adaptabilidad” al sistema, su “inadaptabilidad”. Crítico contra una decrépita religión institucionalizada (el judaísmo fariseo) y contra una cultura (la romana) en la que no importaba la muerte del inocente si había que resguardar la vida del empoderado.

Al final, esto de la Resurrección tiene mucho que ver con el cambio de color, eso sí, a destiempo. Toca, en primavera, ponerse un poco crítico con los suaves celestes que anuncian un tiempo estival tan repetitivo como empalagoso; y toca, en primavera, recuperar los rojos apasionados que a Tomás entre otros, palpando sus heridas, le recordaba la complicidad del díscolo camaleón con los heridos de su tiempo.

Porque la Cruz, por muy espiritualmente estética que aparezca en los crucificados barrocos o en los carmesí que les escoltan, es la consecuencia de toda una vida inadaptada y conflictiva. Y las Huellas de vida, tras la contemplación de un sepulcro no deseado, hay que seguir rastreándolas más allá de los postureos religiosos y las postmodernidades vitales del momento, humanizando nuestra historia y llenándola de dignidad.


Sólo entonces, la Resurrección, dejará de ser “perfomance” pascual, para convertirse en memoria real del Viviente Eterno.

Buena Pascua de Resurrección.

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