lunes, 23 de enero de 2017

LUNES DE LA III SEMANA EL TIEMPO ORDINARIO. EL EVANGELIO DEL 23 DE ENERO


EVANGELIO

En aquel tiempo, los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: «Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios.» Él los invitó a acercarse y les puso estas parábolas: «¿Cómo va a echar Satanás a Satanás? Un reino en guerra civil no puede subsistir; una familia dividida no puede subsistir. Si Satanás se rebela contra sí mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido. Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su ajuar, si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa. Creedme, todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre.» Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo.

Marcos 3, 22-30
COMENTARIO

El evangelio nos propone como tema la blasfemia. Más concretamente la “blasfemia contra el Espíritu Santo”. Blasfemia que debe ser gordísima porque el propio Jesús dice que es “imperdonable”. Da hasta miedo oírlo. Aunque en el fondo no es para tanto.

Blasfemar es una palabra que viene del griego y que originariamente significaba "ofender con nuestro hablar".  Ciertamente Jesús se sentía ofendido por aquella casta de moralistas judíos que lo miraban con lupa.

La blasfemia contra el Espíritu Santo aplicado a la persona de Jesús, nos es otra cosa más que la necesidad que tuvo este buen hombre de tener que estar justificando continuamente cuál era la fuente de su bondad. Y es que no hay nada más cansado en la vida que “tener que justificar todo lo que haces”. Jesús, ni nadie, puede entender que se ponga en duda “los buenos adentros” de quien actúa haciendo siempre objetivamente el bien. 

Cuando traemos el texto al hoy de nuestra vida, su significación es cuanto menos sugerente. Yo no me atrevo a decir que es imperdonable, ahora bien, una vida dedicada a ver siempre lo malo del que está a nuestro lado es una vida cansina. Blasfemar es imperdonable porque es cansino, y más que amargar al otro se amarga uno a sí mismo. Quizás por eso sea imperdonable, porque nadie te puede perdonar, más que tú mismo, de una ofensa que, en le fondo, te la estás haciendo a tí mismo.

Blasfeman, por tanto, contra el Espíritu Santo, los fariseos que estaban siempre “al acecho” a ver cómo podían pillar a Jesús. Es lógico que Jesús “saque genio” y diga, “ya está bien, mírate tu interior, porque el demonio, puesto a existir, está más en ti que en mi; está más en tu mala voluntad y maliciosa mirada, más que en mis buenas obras”.

Por tanto, blasfemar contra el Espíritu Santo es dudar de la bondad del otro, es convertirte en juez de todo y testimonio de nada, es atreverte a ser maestro de todos y discípulo de nadie. En el fondo es pensar que tú tienes la verdad, la única verdad. Por eso, para blasfemo, el que se considera juez de lo blasfemo.


PD. Como complemento al comentario de hoy os envío también un video que me compartieron ayer. No me suelen gustar esas moralinas (aunque provengan del Papa) pero me pareció sugerente, y más viniendo de las personas que me lo enviaron. Como no me da tiempo a incrustarlo en el blog porque eso lleva su tiempo, os lo reenvío aparte, pero donde dice "chismes", poned "blasfemia", y la verdad es que es un buen comentario al evangelio de hoy.

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