domingo, 13 de noviembre de 2016

DOMINGO XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO. EL EVANGELIO DEL 13 DE NOVIEMBRE


EVANGELIO
En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos. Jesús les dijo:
–Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido.
Ellos le preguntaron:
–Maestro, ¿cuándo va a ser éso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?
El contestó:
–Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usando mi nombre diciendo: «Yo soy» o bien «el momento está cerca»; no vayáis tras ellos.
Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico.
Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá en seguida.
Luego les dijo:
–Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre.
Habrá también espantos y grandes signos en el cielo.
Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a los tribunales y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre: así tendréis ocasión de dar testimonio.
Haced propósito de no preparar vuestra defensa: porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro.
Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa de mi nombre.
Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá: con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.

Lucas   21, 5-11

COMENTARIO

Seguimos con el lenguaje apocalíptico del que ya advertíamos la semana pasada. Probablemente Jesús fuera una de esas personas que "las venía venir". Por eso, cuando se redacta el evangelio de Lucas, allá por el año 70, la primitiva comunidad que celebra el recuerdo de Jesús, asoció los momentos conflictivos que anunciaba Jesús con las destrucción del templo de Jerusalén que ocurrió por aquel entonces. 

Para un judío, la destrucción del templo era el fin del mundo; así era su forma de pensar. Pero pudieron comprobar que el templo se destruyó  y que la vida siguió. De ahí el genial final del evangelio... "tranquilos -viene a decir Jesús- ni un cabello de vuestra cabeza perecerá...salvaréis vuestras almas".

Una mirada paciente a la historia, hace que cada vez veamos con más tintes ridículos a los agoreros de calamidades. Hay gente que se empeña en anunciar un futuro alarmante..... No dudo yo de que en algo acertarán, pero para lo que muchos es futuro, para otros está siendo ya y durante mucho tiempo un triste presente.

Catástrofes y calamidades existían y existirán, eso no es nuevo, va con la condición humana; lo novedoso que trae el evangelio  es el modo que Jesús tenía de afrontarlo: con realismo, pero sin miedo.

En el evangelio, Jesús vine a poner sobre aviso de los grandes temores del pueblo judío: perder la tierra, el templo ("esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido), y la familia ( "... y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros").  Sin tierra y sin familia a un judío se le acaba el mundo. 

¿Cuál es la respuesta de Jesús ante todo esto?. Imagino yo a Jesús dciendo... "tranquilos... porque vosotros sois más importantes que la tierra y la familia". 

Y esta es la genialidad de Jesús, la afirmación de que allí donde exista la posibilidad de refundar cada día la vida... allí hay vida

Es absurdo quejarnos por la pérdida de paraísos gozados, tierras conquistadas, afectos conseguidos o méritos almacenados. Nuestro tesoro vital está no en lo pasado y enterrado, sino en la fuerza, el aliento, la actitud y la aptitud que me permite seguir intentándolo cada día. Nuestro tesoro es el presente: ("yo os daré palabras y sabiduría -Espíritu- a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro")

La frase final, "con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas", viene a decirnos que lo que salva la vida es la convicción, el talante de intentar la vida cada día; una vida que se hace plena cuando no perdermos ni un instante en "alzarse contra nadie", ni en destruir  nada... 


Una vida así sentida, es una vida salvada.

Otro comentario sobre predicación y apocalíptica, podéis leerlo aquí.

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