lunes, 7 de noviembre de 2016

DOMINGO XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO. EL EVANGELIO DEL 6 DE NOVIEMBRE


EVANGELIO
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección y le preguntaron:
Maestro, Moisés nos dejó escrito: «Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano.» Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella.
Jesús les contestó:
–En esta vida hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos, no se casarán. Pues ya no pueden morir., son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección. Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor: «Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob.» No es Dios de muertos sino de vivos: porque para él todos están vivos.

Lucas 20, 27-38

COMENTARIO

El comentario de hoy me ha quedado muy extenso. Lo he recortado; al final tenéis un enlace que pone "versión larga" para quienes queráis leer todo el relato.

Comprendo que la primera parte del evangelio es cómica; tan cómica como inútil para nuestra manera de pensar. Por muy extraño que parezca, en aquel tiempo la resurrección no era una creencia compartida por todos los judíos. Dicho con otras palabras, hasta unos doscientos años antes de Jesús no aparece en algunos judíos la idea de que existía un "cielo"... otra vida. 

Lo de que el cuñado de la viuda se casara con ella si el marido fallecía era una ley del antiguo testamento (ley del Levirato - levir=cuñado).  Como había quien se lo pensaba, también la ley judía regulaba la posibilidad de que esto pasara dándole a la viuda capacidad de denuncia. Todo esto podéis leerlo en el libro del Deuteronomio, capítulo 25, versículos 5-10.

La respuesta que da Jesús es tan ambigua como plena: "(Nuestro dios) no es Dios de muertos sino de vivos: porque para él todos están vivos". De esta frase, y del conjunto de la predicación de Jesús, creo que puede deducirse que independientemente de la creencia en "otra vida", una de sus más grandes revelaciones fue intentar afirmar que ese "otro mundo", cuando menos, "ya está en este mundo".  La vida es el gran atributo de Dios: "No es Dios de muertos, sino de vivos".

Ya sabéis que en una de la cartas de San Juan podemos leer que "sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida cuando amamos a los hermanos" (1 Juan 3,14). Personalmente creo que la gran pre-ocupación de los cristianos no debe ser tener "certezas" que nos aseguren" la existencia de otra vida, o de "otro mundo; la religión cristiana no está codificada para creer así. 

La gran preocupación de los cristianos ha de ser el amor a los hermanos. Más concretamente, rastreando los textos evangélicos podemos cuncluir que el mejor sentimiento que conecta pasado, presente y futuro es el descubrimiento, la opción y la consecuente decisión por amar...amar plenamente. A mayor amor, más plenitud... más eternidad. Pero no porque amando "nos ganamos el cielo, sino por que amar es ya el cielo: "No hay amor más grande que el da la vida (la pierde) por sus hermanos" (Juan 15, 13).



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