sábado, 15 de octubre de 2016

LOS MUNDOS, EL MUNDO, MI MUNDO. A propósito del Domingo XXXII, ciclo C

Comprendo que la primera parte del evangelio es cómica; tan cómica como inútil para nuestra manera de pensar. Sólo una mente muy desocupada en nuestros días se preocuparía de esta cuestión. De hecho, la pregunta que los saduceos hacen a Jesús no suponía ninguna preocupación real en aquel tiempo, porque a nadie le resultaba problemático el acertijo saduceo. 

Por muy extraño que parezca, en aquel tiempo la resurrección no era una creencia compartida por todos los judíos, y mucho menos, obligatoria de creer. Dicho con otras palabras, hasta unos doscientos años antes de Jesús no aparece en algunos judíos la idea de que existía un "cielo"... otra vida. 

Lo de que el cuñado de la viuda se casara con ella si el marido fallecía era una ley del antiguo testamento (ley del Levirato - levir=cuñado). Esta ley pretendía cuatro cosas "muy terrenas": el cuñado se convertía en el vengador de sangre si llegara el caso de restablecer la justicia, tenía la obligación de rescatar las tierras de los parientes en año jubilar, debía dar protección a la viuda intentando dar descendencia para conservar por herencia la tierra, y finalmente acogía la responsabilidad  de rescatar a esclavos parientes próximos en el caso de que hubieran sido vendidos. 

Como veis la carga que le caía al pobre "cuñado" era para pensárselo. Como había quien se lo pensaba, también la ley judía regulaba la posibilidad de que esto pasara dándole a la viuda capacidad de denuncia. Todo esto podéis leerlo en el libro del Deuteronomio, capítulo 25, versículos 5-10.

La respuesta que da Jesús es tan ambigua como plena: "(Nuestro dios) no es Dios de muertos sino de vivos: porque para él todos están vivos". De esta frase, y del conjunto de la predicación de Jesús, creo que puede deducirse que independientemente de su creencia en "otra vida" una de sus más grandes revelaciones fue intentar afirmar que ese "otro mundo", cuando menos, "ya está en este mundo".  La vida es el gran atributo de Dios: "No es Dios de muertos, sino de vivos".

Ya sabéis que en una de la cartas de San Juan podemos leer que "sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida cuando amamos a los hermanos" (1 Juan 3,14). Personalmente creo que la gran pre-ocupación de los cristianos no debe ser tener "certezas" que nos aseguren" la existencia de otra vida, o de "otro mundo; la religión cristiana no está codificada para creer así. 

La gran preocupación de los cristianos ha de ser el amor a los hermanos. Más concretamente, rastreando los textos evangélicos podemos cuncluir que el mejor sentimiento que conecta pasado, presente y futuro es el descubrimiento, la opción y la consecuente decisión por amar...amar plenamente. A mayor amor, más plenitud... más eternidad. Pero no porque amando "nos ganamos el cielo, sino por que amar es ya el cielo: "No hay amor más grande que el da la vida (la pierde) por sus hermanos" (Juan 15, 13)

Por nuestra parte podemos intentar pensar, sentir, formular, imaginar...aspectos y sentimientos referentes a una supuesta "otra vida". Nadie nos lo impide pensarlo pero también es verdad que nada ganaríamos "hoy" si esa otra vida fuera a llegar "mañana". La cuestión de la "otra vida", del "otro mundo", del "más allá", más que de un problema a resolver se trata de una pre-ocupación. Es respetable el planteamiento pero es inútil sufrir por ello. 

Que haya otra vida no le da "más valor" a esta; tampoco le da "menos valor", a pesar de que gran parte de la predicación de la Iglesia durante muchos siglos ha sido infra-valorar esta vida, frente a la que nos esperaba (recordad aquello que decía una santa famosa quien afirmaba que la vida terrena era "una mala noche en una mala posada").

Finalmente, hablar de dos mundos o dos tiempos podemos hacerlo en clave "espacial" (el "más acá" y el "más allá), en clave temporal ("mundo perecedero" y "mundo eterno"), en clave cualitativa ("mundo imperfecto" y "mundo pleno" -perfecto-), en clave existencial ("mundo sin sentido" y mundo con sentido").

Creo que todos estos modos de hablar son unas formas lingüísticas que expresan la búsqueda de "sentido" del ser humano. Cada contexto histórico ha resulto a su modo este problema. Los judíos (algún tipo de judaísmo, me refiero) resolvió este problema en clave de presente (descendencia y tierra), y el cristianismo durante quince siglos lo intentó resolver creando "dos mundos" medianamente conectados bajo la idea del mérito, es decir, este mundo es el espacio y el tiempo para "ganarnos" el "otro mundo.

Personalmente pienso que este modelo por muchas razones entro en crisis, Y hoy ya la "eternidad" no se explica en clave de "durabilidad-inmortalidad" sino en clave de sentido y plenitud de lo vivido. 

El cristianismo como religión, en su momento, aportó una estrategia de vida que "garantizaba" el paso del tiempo perecedero al tiempo eterno; hoy, el cristianismo, aporta una estrategia que "garantiza" el paso de una vida sin-sentido a una vda con-sentido". En ambos casos la estrategia es la misma: el, amor.

En veinte siglos han cambiado los modelos de comprensión de la historia y los contextos vitales que las sostienen o viceversa, si embargo, el cristianismo como camino de sentido o como doctrina (propuesta) de salvación (salud-vida), es el mismo: "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Mateo 24, 35)

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