En aquel tiempo, los Apóstoles dijeron al Señor:
–Auméntanos la fe.
El Señor contestó:
–Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: «Arráncate de raíz y plántate en el mar», y os obedecería.
Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor, cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: «En seguida, ven y ponte a la mesa?»
¿No le diréis: «Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo; y después comerás y beberás tú?» ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid:
«Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer.»
–Auméntanos la fe.
El Señor contestó:
–Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: «Arráncate de raíz y plántate en el mar», y os obedecería.
Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor, cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: «En seguida, ven y ponte a la mesa?»
¿No le diréis: «Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo; y después comerás y beberás tú?» ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid:
«Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer.»
Lucas 17, 5-10
Hoy he hecho la
prueba en las misas que he celebrado, obviamente no con moreras y mares, pero
sí con las pilas bautismales que suelen estar hechas de materiales sólidos;
después de preguntar a la gente que había en misa sin tenían fe, y ante la
respuesta generalmente satisfactoria, he retado a mover con la mirada las pilas
bautismales para cambiarlas de sitio con la fuerza de la fe. El resultado ha
sido el “naturalmente” esperado: no ha habido movimiento.
¿Hemos de
concluir que no tenemos fe ni como un granito de mostaza? –pregunté- “No… porque
se tata de una exaración del evangelio (hipérbole en término técnico)..” –han contestado-.
Entonces, por qué
lo que está claro y asumido en el texto bíblico no lo está en la vida
cotidiana. ¿Por qué seguimos confundiendo
la fe con la magia?, ¿por qué al Dios de la vida lo sometemos continuamente a
las pruebas “milagreras”?, ¿por qué gastamos el tiempo en buscar espacios “sobrenaturales”
como si hubieran lugares que por definición son santos frente otros que son
profanos?, ¿por qué….?
Por si fuera poco
el final del evangelio remata la opción de Jesús. Para él todo lo que rodea a
la experiencia de Dios tiene que ver con
este vivir y servir anónimo que no reclama premios eternos ni sorpresas
sobrenaturales: “Pobre siervo soy… he
hecho lo que tenía quehacer”. Para
Jesús la experiencia del Reino es vivir la cotidianeidad como un auténtico
regalo y como el único lugar en el que desplegamos lo que somos.
Es mucha la tarea
que tenemos los creyentes en este siglo XXI. Yo estoy convencido de que nuestra
religión ha de evolucionar a una experiencia religiosa que nos haga más “naturales”
y se aleje de los “sobrenatural”. Porque natural es el amor, el perdón, la paz,
la ternura, la humanidad, la justicia…. Todos eso está en nuestra mano y a
nuestro alcance. Sólo necesitamos convicción y decisión. Esta es la fe de Jesús.
Lo contrario es
el anhelo de un dios que fabricamos nosotros como si de un ídolo se tratara y que,
a la larga, vacía al ser humano de su humanidad. Y allí donde la persona deja
su huella de amor, en ese lugar y en ese instante, caemos en la cuenta de que
humanidad y divinidad no son dos espacios separadas, sino las dos caras de una
misma realidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu opinión.