domingo, 2 de octubre de 2016

DOMINGO XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO. EL EVANGELIO DEL 2 DE OCTUBRE.


EVANGELIO
En aquel tiempo, los Apóstoles dijeron al Señor:
–Auméntanos la fe.
El Señor contestó:
–Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: «Arráncate de raíz y plántate en el mar», y os obedecería.
Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor, cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: «En seguida, ven y ponte a la mesa?»
¿No le diréis: «Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo; y después comerás y beberás tú?» ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid:
«Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer.»
Lucas   17, 5-10

COMENTARIO


Hoy he hecho la prueba en las misas que he celebrado, obviamente no con moreras y mares, pero sí con las pilas bautismales que suelen estar hechas de materiales sólidos; después de preguntar a la gente que había en misa sin tenían fe, y ante la respuesta generalmente satisfactoria, he retado a mover con la mirada las pilas bautismales para cambiarlas de sitio con la fuerza de la fe. El resultado ha sido el “naturalmente” esperado: no ha habido movimiento.

¿Hemos de concluir que no tenemos fe ni como un granito de mostaza? –pregunté- “No… porque se tata de una exaración del evangelio (hipérbole en término técnico)..” –han contestado-.

Entonces, por qué lo que está claro y asumido en el texto bíblico no lo está en la vida cotidiana. ¿Por qué  seguimos confundiendo la fe con la magia?, ¿por qué al Dios de la vida lo sometemos continuamente a las pruebas “milagreras”?, ¿por qué gastamos el tiempo en buscar espacios “sobrenaturales” como si hubieran lugares que por definición son santos frente otros que son profanos?, ¿por qué….?

Por si fuera poco el final del evangelio remata la opción de Jesús. Para él todo lo que rodea a la experiencia de Dios tiene que ver con  este vivir y servir anónimo que no reclama premios eternos ni sorpresas sobrenaturales: “Pobre siervo soy… he hecho lo que tenía quehacer”.  Para Jesús la experiencia del Reino es vivir la cotidianeidad como un auténtico regalo y como el único lugar en el que desplegamos lo que somos.

Es mucha la tarea que tenemos los creyentes en este siglo XXI. Yo estoy convencido de que nuestra religión ha de evolucionar a una experiencia religiosa que nos haga más “naturales” y se aleje de los “sobrenatural”. Porque natural es el amor, el perdón, la paz, la ternura, la humanidad, la justicia…. Todos eso está en nuestra mano y a nuestro alcance. Sólo necesitamos convicción y decisión. Esta es la fe de Jesús.


Lo contrario es el anhelo de un dios que fabricamos nosotros como si de un ídolo se tratara y que, a la larga, vacía al ser humano de su humanidad. Y allí donde la persona deja su huella de amor, en ese lugar y en ese instante, caemos en la cuenta de que humanidad y divinidad no son dos espacios separadas, sino las dos caras de una misma realidad.

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