viernes, 10 de junio de 2016

VIERNES DE LA X SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO. EL EVANGELIO DEL 10 DE JUNIO.



EVANGELIO
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habéis oído el mandamiento "no cometerás adulterio". Pues yo os digo: El que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior. Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en el infierno. Si tu mano derecha te hace caer, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero al infierno. Está mandado: "El que se divorcie de su mujer, que le dé acta de repudio." Pues yo os digo: El que se divorcie de su mujer, excepto en caso de impureza, la induce al adulterio, y el que se case con la divorciada comete adulterio.»
Mateo   5, 27-32

COMENTARIO
Disculpad la extensión del comentario de hoy. Es un texto típico que aclara mucho del “mundo interior” que tenía Jesús.

En primer lugar, salta a la vista lo que dijimos el otro día. Cuando Jesús hablaba en el evangelio de hace dos días de que había de cumplirse hasta el más pequeño de los preceptos, efectivamente no se estaba refiriendo a un cumplimiento de la ley “al pie de la letra”.  El "cumplimiento de la ley” en el libro del Deuteronomio autorizaba a un cierto divorcio, expresado en términos de repudio de la mujer por parte exclusivamente del marido. No sé si alguna vez habéis leído el texto que está en la biblia. Os lo pongo a a continuación….es escandaloso por cierto…. aunque era legal” y “divino”, es decir, “permitido por la ley de Yahve:

“Si un hombre toma una mujer y se casa con ella, y resulta que esta mujer no halla gracia a sus ojos, porque descubre en ella algo que le desagrada, le redactará un libelo de repudio, se lo pondrá en su mano y la despedirá de su casa. Si después de salir  y marcharse de casa de este, se casa con otro hombre, y luego este hombre también la aborrece, le redacta un libelo de repudio, lo pone en su mano y la despide de su casa; lo mismo ocurre si llega a morir este segundo hombre que se ha casado con ella. El primer marido que la repudió no podrá volver a tomarla por esposa porque ella está impura. Esto sería una abominación a los ojos de Yavheh , y tu no debes hacer pecar a la tierra que Yahveh tu Dios te da en herencia” (Deuteronomio 24, 1)

En el Evangelio de hoy Jesús se “rebela” contra esa ley y “revela” una corrección que ya tuvo en el propio Antiguo Testamento, concretamente en el libro del profeta Malaquías, cuando afirma lo siguiente:

“Yahveh es testigo entre tú y la esposa de tu juventud, a la que tu traicionaste, siendo así que ella era tu compañera y la mujer de tu alianza. ¿No ha hecho él un solo ser, que tiene carne y espíritu? … Guardad pues vuestro espíritu: no traiciones a la esposa de tu juventud. Pues yo odio el repudio, dice Yahveh Dios de Israel…”. (Malaquías 2, 16)

¿Veis? Cuando Jesús dice que tiene que cumplir la ley en su plenitud, se está refiriendo no sólo al libro del Deuteronomio que permitía que el hombre repudiara a su mujer; Jesús…como perfecto conocedor de la Ley, conocía el libro de Malaquías en el que el propio judaísmo comienza a ser crítico con esa ley y pone en boca de Dios que Yavhéh  “odia” el repudio. Para Jesús cumplir la Ley era cumplir “toda la Ley”, no sólo la ley que interesaba a los varones de su tiempo.

Lo que hace Jesús en el evangelio de hoy es desenmascarar a todos aquellos que en el nombre de Dios “machacaban” a las mujeres de su tiempo. Más allá del “cumplimiento externo” de las leyes, lo que importa, viene a decir Jesús es la actitud que hay en el corazón. Y esa actitud de tu corazón es el auténtico criterio de verdad. “No te ampares en leyes que te convienen –diría Jesús- cuando tu sabes que lo que estás haciendo está mal”.

Por eso, este evangelio revela que el Dios desde el que habla Jesús de Nazaret no admite las relaciones de superioridad del hombre sobre la mujer; la mujer no es “posesión” de marido, por tanto, despedirla y convertirla en “impura” no puede estar amparado por la ley. Insisto, esto se refiere al contexto cultural en el que vive Jesús.

El objetivo de este texto es colocar en el mismo nivel de dignidad y de responsabilidad al hombre y a la mujer. Nadie es posesión de nadie. Las mismas normas existen para unos que para otras. La intención del texto no es exponer una “doctrina sobre el divorcio” sino dejar claro que en el proyecto de sociedad que propone Jesús no cabe el dominio del hombre sobre la mujer.


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