COMENTARIO EN CADENA COPE
No hay nada más de moda en los últimos meses que la palabra
“pueblo”. Políticamente hablando, me refiero. Unos, llevan la marca en su
nombre: “populares”; otros caracterizan de tal modo a sus sedes: “las casa del
pueblo”; y unos y otros tildan de “populistas” a los que han optado por
“empoderar al pueblo”… bueno, o “las gentes” como también dicen.
Pero no, no voy a hablar de política. Me lo pide el cuerpo, ¡para
qué decirles!, pero he estado todas esta temporada de comentarios de opinión
sin hacerlo, y ahora, al final no voy a meter la pata. Tengamos un verano en
paz.
Pero si que voy a hablar de este temido término: el pueblo. Dice
mi amiga Pilar que las palabras significan lo que significan más allá de su
origen o de lo que yo me empeñe en decir de ellas. Llevará razón, pero es tal
el desquicie de la palabra “pueblo” que tengo para mi que andamos desnortados,
más aún, decididamente perdidos. Cuando
unimos pueblo y religión pasa más o menos lo mismo que cuando unimos pueblo y política.
Y lo que originariamente podría ser una clara expresión de sencilla
autenticidad se convierte en mercancía abaratada de estética escasa y nulo
sentido
No hay quien se entienda. Por ejemplo, “religiosidad popular” es
aquella religión en la que adquiere un protagonismo excepcional, la tradición
de los pueblos, la fe sencilla de las personas de los pueblos, el fondo
religioso incuestionable y ancestral que anida en todo hombre y mujer de
pueblo…. Y podíamos seguir. De tal forma que la “religiosidad popular” no hay quien
la toque, porque tocarla es “tocar al pueblo”. Yo ciertamente estoy de acuerdo,
porque también soy de pueblo.
Esto a la Iglesia además no le molesta mucho porque generalmente
no afecta a nada nuclear de la fe: es decir, no pone en tela de juicio a los
obispos, aparentemente no atenta contra los lugares sagrados de culto, y sobre
todo, nos permite seguir llenando templos sin ningún problema, sin mucho
calentamiento de cabeza y con un “moderado esfuerzo”. Es una inversión
rentable, también de índole social.
Pero cuidado. Porque hay una sutil diferencia entre la
“religiosidad popular” y los “populismo religiosos”. Se diferencia este ultimo
del primero a mi juicio en dos cosas: no es “popular”, por tanto no se lo
inventa el pueblo sino el listo de turno (sea cura o no); y en segundo lugar
“no es religioso”, por tanto deforma de tal manera la experiencia de la fe que
no es más que la expresión del indiferente declive religioso que estamos
sembrando a “pulso” desde el lugar más laico de la “de la entraña” iglesia.
Esto suele pasar cuando se confunde la fe con la idolatría , el
servicio con el poder y la libertad con la manipulación.
Buen verano, amigos y hasta octubre…si Jose Joaquín quiere.
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