EVANGELIO
En aquel tiempo, subió Jesús a una barca, cruzó a la otra orilla y fue a su ciudad. Le presentaron un paralítico, acostado en una camilla.
Viendo la fe que tenían, dijo al paralítico: «¡Ánimo, hijo!, tus pecados están perdonados.»
Algunos de los escribas se dijeron: «Éste blasfema.»
Jesús, sabiendo lo que pensaban, les dijo: «¿Por qué pensáis mal? ¿Qué es más fácil decir: “Tus pecados están perdonados”, o decir: “Levántate y anda”? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados –dijo dirigiéndose al paralítico–: Ponte en pie, coge tu camilla y vete a tu casa.»
Se puso en pie, y se fue a su casa. Al ver esto, la gente quedó sobrecogida y alababa a Dios, que da a los hombres tal potestad.
Viendo la fe que tenían, dijo al paralítico: «¡Ánimo, hijo!, tus pecados están perdonados.»
Algunos de los escribas se dijeron: «Éste blasfema.»
Jesús, sabiendo lo que pensaban, les dijo: «¿Por qué pensáis mal? ¿Qué es más fácil decir: “Tus pecados están perdonados”, o decir: “Levántate y anda”? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados –dijo dirigiéndose al paralítico–: Ponte en pie, coge tu camilla y vete a tu casa.»
Se puso en pie, y se fue a su casa. Al ver esto, la gente quedó sobrecogida y alababa a Dios, que da a los hombres tal potestad.
Creo que la bondad es una provocación, y
no porque no haya gente buena sino más bien porque los contextos en los que
vivimos determinan tanto nuestra manera de pensar y de actuar, que lo que a
primera vista podría considerarse lo óptimo, se convierte en políticamente “incorrecto”
y culturalmente “nocivo”. Algo así debió pasarle a Jesús de Nazaret en aquel acontecer con el pecador
y paralítico.
Lo políticamente correcto y lo culturalmente
deseable en aquel tiempo, hubiera sido aceptar la “condena” divina de confinar
al “inframundo” de los enfermos a aquel que por pecador había “devenido” en
paralítico” (ya sabéis que para un judío del siglo I la enfermedad era
consecuencia del pecado”. Pero Jesús provoca con su bondad: “pudiendo un hombre ser feliz (libre de
pecado) y sano (libre de enfermedad) ¿a qué viene esta continua “etiqueta
divina”…-digo yo que se preguntaría Jesús.
Y la provocación de su bondad fue
blasfemia para unos ( “algunos de los
escribas se dijeron, este blasfema”), y milagro para otros (“al ver esto la gente quedó sobrecogida y
alababa a Dios que da a los hombres tal potestad”) ¡Cuánto importa la
mirada con que observamos la realidad cada día!
Cuando traemos el texto al hoy de nuestra
vida hemos de preguntarnos sobre varias cuestiones. En primer lugar: ¿cuál es
el discurso de nuestra mirada?, o dicho con otras palabras, ¿hasta que punto mi
manera de ver la vida, sin querer, objetivamente encasilla, margina y condena?
En segundo lugar, ¿en nombre de que
tradiciones, pre-juicios y a-patías (desaires del corazón), creamos un submundo
de personas que caracterizamos como culturalmente nocivas y políticamente
discutibles?
En tercer lugar, si la actitud de Jesús
declara como ídolo al dios judío que en el nombre de la Ley ( y no al revés)
denigraba hasta tal extremo al ser humano, ¿qué ídolo fabrican en ocasiones
nuestras propias actitudes religiosas?
Decían los ateos de antes que dios era la
proyección humana de lo más noble que tiene el ser humano en su interior.
¡Ojala fuera así!... Porque en ocasiones, sin querer…claro… convertimos en
divino lo más agrio e insensible de nuestro corazón.
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