EVANGELIO
En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: - «¿Qué mandamiento es el primero de todos?» Respondió Jesús: - «El primero es: "Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser. " El segundo es éste: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." No hay mandamiento mayor que éstos.» El escriba replicó: - «Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.» Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: - «No estás lejos del reino de Dios.» Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
Marcos 12, 28-34
COMENTARIO
X. Zubiri, un filósofo español difunto
ya, afirmaba que “cuando
el decir se independiza del pensar y éste deja de gravitar sobre el centro de
las cosas, la palabra queda suelta y libre, sin ningún asidero, y entonces se
torna puro hablar, simple retórica”.
Me
sorprende la red lingüística que tejemos en torno a lo religioso. Hablamos en
ocasiones de lo divino como de algo externo a nosotros, convirtiéndolo en un
ídolo.
Hablamos de María, por ejemplo, colocándole el superlativo de
“santísima”, aunque previamente nos hemos esforzado en decir que era una mujer
sencilla. Hablamos del pan eucarístico diciendo que es el santísimo sacramento,
pero a sabiendas de que la realidad del pan no fue ni mas ni menos que el
alimento de una conflictiva cena en la que Jesús manifestó decisivamente su
herencia vital.
Tengo la
sensación de que nos seduce constantemente la tentación de construir una religión
retórica en la que está ausente la vida. Una religión retórica en la que dios
esta fuera de nosotros y tiene a bien visitarnos cuando le place. Una religión
en la que María es a modo de una enigmática esfinge, siempre separada, siempre
santísima.
Una religión
así es como un “marco” a quien le sobra el “lienzo”.
Hoy el
evangelio nos invita simplemente a la sensatez: “No hay mandamiento mayor:
amarás al Señor…amarás a tu prójimo”.
Sobran
los marcos, sobra la retórica; faltan los lienzos, falta la vida
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu opinión.