viernes, 20 de mayo de 2016

VIERNES DE LA VII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO. EL EVANGELIO DEL 20 DE MAYO


EVANGELIO
En aquel tiempo, Jesús se marchó a Judea y a Transjordania; otra vez se le fue reuniendo gente por el camino, y según costumbre les enseñaba.
Se acercaron unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo a prueba: «¿Le es licito a un hombre divorciarse de su mujer?»
Él les replicó: «¿Qué os ha mandado Moisés?»
Contestaron: «Moisés permitió divorciarse, dándole a la mujer un acta de repudio.»
Jesús les dijo: «Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto. Al principio de la creación Dios "los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne." De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.»
En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo.
Él les dijo: «Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio.»

Marcos  10, 1-12


COMENTARIO

Sería destrozar el evangelio de hoy acudir al texto que nos propone la palabra como si fuera una receta de cocina y concluir que Jesus prohíbe el divorcio. El evangelio de hoy no habla de divorcio, tal y cono lo entendemos en nuestra sociedad, sino de repudio de la mujer por parte del varón (es decir, lo que iba a hacer conforme a la Ley Judía San José en relación con María).

Los fariseos preguntan a Jesús concretamente sobre un tema muy debatido entre los fariseos del siglo I: el repudio (despedir a la mujer). Los rabinos estaban divididos. Los de la escuela de Hillel autorizaban que el marido podía despedir a su mujer por cualquier motivo sin importancia. Los partidarios del rabino Shammai afirmaban que debía existir infidelidad para despedir a la mujer. De hecho da la sensación de que Jesús, según San Mateo, admitiría el repudio en caso de prostitución de la mujer. Muy distinta es esta redacción de hoy de San Marcos. La razón es que Mateo escribe para judíos y Marcos no.

En la sociedad judía de la época, los hombres tenían todas las ventajas ya que eran los propietarios de la tierra, de los bienes y de sus esposas. Podían despedirlas cuando quisieran y, muchas veces, sin causa justificada. Estas mujeres quedaban entonces en la más absoluta pobreza y corrían el peligro, si no se casaban pronto, de perder toda su dignidad. 

Era bastante frecuente. Dado que el fin del matrimonio era la descendencia, la mujer estéril estaba expuesta a ser despedida.
La mujer era, en cierto modo, la esclava del marido a quien debía dar hijos. Si no le daba hijos, el marido podía despedirla haciéndola regresar a casa de sus padres. 

Bajo el dominio exclusivo de los varones tras el regreso del Exilio, el divorcio se extendió mucho, quedando al capricho de los hombres. Existían multitud de circunstancias nimias que podían ser causa de divorcio: Quemar la comida, pedir prestado un objeto a la vecina sin permiso del marido, romper una vasija... Aunque eran casos extremos, así figuran en algunos documentos de la época. 

El divorcio se consumaba mediante un «libelo de repudio» (carta de despido o divorcio). Ésta debía constar por escrito, contener la firma del marido y la de dos testigos. Existían amanuenses o escribanos públicos que, sentados en calles y plazas, ofrecían este servicio por un módico precio. 

Todo esto estaba amparado por la Ley de Moisés. La justificación que da Jesús a esa Ley queda expresado por la frase: “por lo tercos que sois os permitió Moisés divorciaros de vuestras mujeres”. Yo no soy un entendido en griego, pero la palabra “terco” creo que puede ser poco expresiva. La palabra original griega es “σκληροκαρδιαν” , es decir, “por lo duro, áspero, agrio y penoso de vuestro corazón”.

Inmediatamente después Jesús ahonda en el misterio original del ser humano. Dios "los ha creado varón y mujer". Los dos han sido creados en igualdad. Dios no ha creado al varón con poder sobre la mujer. No ha creado a la mujer sometida al varón. Entre varones y mujeres no ha de haber dominación por parte de nadie.

Desde esta estructura original del ser humano, Jesús ofrece una visión del matrimonio que va más allá de todo lo establecido por la "dureza de corazón" de los varones. Mujeres y varones se unirán para "ser una sola carne" e iniciar una vida compartida en la mutua entrega sin imposición ni sumisión.

Este proyecto matrimonial es para Jesús la suprema expresión del amor humano. El varón no tiene derecho alguno a controlar a la mujer como si fuera su dueño. La mujer no ha de aceptar vivir sometida al varón. Es Dios mismo quien los atrae a vivir unidos por un amor libre y gratuito. Jesús concluye de manera rotunda: "Lo que Dios ha unido, que no lo separe el varón".

Con esta posición, Jesús esta destruyendo de raíz el fundamento del patriarcado bajo todas sus formas de control, sometimiento e imposición del varón sobre la mujer. No solo en el matrimonio sino en cualquier institución civil o religiosa.

Ante tal actitud, lo importante no es la ley de Moisés, sino la dignidad de las personas, especialmente de las mujeres. La ley puede ser manipulada al acomodo de quienes quieren sacar ventajas. La ley no muestra necesariamente el verdadero plan del Dios para los seres humanos. Jesús insiste en que el sentido de que la creación llama a la igualdad entre las personas y que el matrimonio no es ocasión para sacar ventaja.

Y fijaos si eran aquellos “discípulos” de corazón agrio y duro que con toda la “cara” del mundo afirman en la versión de San Mateo:  Los discípulos le replicaron: «Si ésa es la situación del hombre con la mujer, no trae cuenta casarse.»” Sin palabras. ¡válgame el señor!. Y ¡ojo!, esta contestación la dan los “discípulos”, no sólo los fariseos.

Evidentemente el “divorcio moderno”, sus causas y consecuencias, superan el marco de interpretación que ofrece el evangelio de Mateo. Acudir a este evangelio para “extraer automáticamente” la opinión de Jesús sobre las “problemáticas familiares de nuestra sociedad” creo que es una ejercicio irresponsable, porque los contextos culturales marcan decididamente la interpretación que podamos hacer de los textos bíblicos.


PD. Perdonad la extensión pero dada la problemática que presenta creo que sería “insultante” una explicación “simplona” del texto. Agradecemos las reflexiones de J.J. Gómez Palacios y de J.A. Pagola para elaborar esta redacción.

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