sábado, 21 de mayo de 2016

SÁBADO DE VII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO. EL EVANGELIO DEL 221 DE MAYO


EVANGELIO
En aquel tiempo, le acercaban a Jesús niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban.
Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él.»
Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos.

Marcos  10, 13-16
COMENTARIO

Quizás el evangelio que nos propone hoy la Iglesia nos anuncie algunas actitudes "salvadoras", encarnadas en los niños, que podrían humanizar diaria y cotidianamente nuestra vida.

La manera que tienen los niños de valorar el presente, los hace especialmente portadores de ese valor "salvador" de lo "concreto y cotidiano", al que muchas veces los adultos nos resistimos, bien por precaución, bien por comodidad.

Efectivamente los niños, de modo especial saben vivir el presente. Un niño no valora el ayer, probablemente ni lo recuerda; tampoco se preocupa por el futuro, porque para él el futuro es ya. El niño vive el presente. El niño no tiene otro tiempo más que el presente. Y el Reino de Dios es presente. 

Las religiones durante mucho tiempo nos han hecho mirar al pasado como si un mundo feliz ocurrido al comienzo de los tiempos (el paraíso), ya no existiera. Nos han invitado a mirar al futuro con cierta esperanza, para poder alcanzar de nuevo lo perdido. Y el presente, el día a día, seria el escenario peligroso, duro y tortuoso que nos permitiría tal ejercicio de re-conquista.

Sin embargo da la sensación de que Jesús cuestiona ese esquema. El presente es lo que vale. El presente es nuestro mayor tesoro. Toca reír, toca llorar, porque así es la entraña de la vida; pero en poder encajar el "tiempo presente" así, está la garantía del sentido. 

Para Jesús, el presente no es moneda de cambio redentor del pasado o conseguidor del futuro. El presente es la vasija de barro que contiene la más preciado: la vida. Vida que se disfruta y que se rompe, vida lograda y frustrada. Por eso el niño se convierte en "maestro" de vida.

Hay una película muy dulzona, "Ciudad de Ángeles", en la que Nicolas Cage afirma preferir un presente "sentido" a una "eternidad insulsa". Por eso él, que es un ángel de la guarda, quiere convertirse en humano porque no quiere renunciar al amor de la incrédula cardióloga que protagoniza la película. Y en ese momento pronuncia la frase con la que acabamos el comentario de hoy:

"Prefiero haber olido una vez su cabello, un beso de sus labios, una caricia de su mano, que toda una eternidad sin ella".

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