domingo, 1 de mayo de 2016

DOMINGO VI DE PASCUA. EL EVANGELIO DEL 1 DE MAYO



EVANGELIO
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
–El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él.

El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.
Os he hablado ahora que estoy a vuestro lado; pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho.
La Paz os dejo, mi Paz os doy: No os la doy como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: 
«Me voy y vuelvo a vuestro lado.» Si me amarais os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo.

Juan   14, 23-29
COMENTARIO

Tengo la sensación de que el evangelio que leemos hoy es un “verso suelto” en este cada vez más largo itinerario pascual que nos propone el evangelista Juan. Aparece ya la promesa del Espíritu Santo (el Defensor); pero de este tema no hablamos, ya vendrá el Espíritu con Pentecostés dentro de unos días.

Quizás el Evangelio no se capte bien si no caemos en la cuenta que hay una pregunta previa de Judas Tadeo, el de Santiago, previa al primer versículo que es con el comenzamos hoy. La pregunta de Judas es muy determinante porque considero que pertenece a la “estructura de la experiencia de fe”.

Le pregunta de Judas a Jesús es: «Señor, ¿qué ha sucedido para que te reveles a nosotros y no al mundo?» Y le contesta Jesús: «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras».

Es decir, que hay gente a la que “no se revela Jesús”. ¡Curioso! Me pregunto yo: ¿y qué han hecho esos “tales” para no tener esta experiencia? Podríamos contestar al estilo clásico afirmando que Dios se revela a los que quiere. ¡Vale! Como formulación teórica no está mal, pero creo que esta respuesta no convencería ni al propio Dios. Esto de que Dios da la “gracia” a los que quiere, es decir, a los que “les caen en gracia a Él” y a los que no…no pues….al final se convertiría en una fábrica de ateos y con razón.

La contestación de Jesús es clara: “me revelo a quien me ama y a quien guarda mi palabra”, es decir a quien “le intereso”. O dicho con las palabras de un genio menor –menor que Jesús, entiéndase-: “la inspiración existe pero tiene que encontrarte trabajando” (Pablo Picasso). De ahí que yo sospeche de todos los “iluminados” de la historia o de todos los “van de iluminados” por la vida, o de los “resultones espiritualoides” de turno.

Dios se revela a todos, siempre y lo más que puede, pero no todos estamos, en ocasiones, en su onda, bien por un problema de sensibilidad, o bien por un problema de convicción. 

Efectivamente, la experiencia de la fe necesita de unos mínimos (o máximos) de sensibilidad en la vida. Por sensibilidad entiendo tener abiertas las puertas de la ternura y de la misericordia. Allí donde no hay ternura, delicadeza y misericordia es muy difícil que “prenda” la experiencia de Dios, o que se “capte” la densidad divina de la historia

No es fácil “tragar” con la “ética de máximos” por la que apuesta Jesús en muchos ámbitos de la vida: “perdonar setenta veces siete”, “dadles vosotros de comer”, “quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”…. Es que, ciertamente…es complicado.

Ya se va aclarando un poquito este tiempo de Pascua. A mí me da la sensación de que esto de las “apariciones” del resucitado tiene que ver mucho con la “percepción de su revelación”, que al fin y al cabo no es ni mas ni menos que la “firme y gozosa” posibilidad de poder “guardar” su palabra, es decir, vivir cómo el vivió.   

Y de ahí, la enorme importancia que tiene es frase: "haremos morada en él". No se se trata de ir a ningún sitio  a ver si allí está Dios o si me "toca en suerte por casualidad". No se trata de ir, sino de "dejar que venga" y de facilitar su venida. 

Añoro el día en el que el verbo "peregrinar" dejemos de aplicarlo a ese intento de caminar todos los años hacia ningún sitio, para referirnos sólo al sutil intento de reconocerle ya presente desde siempre en la raíz de nuestro ser.


Reconozco que perderían las agencias de viajes, pero ganaría la hondura de nuestra fe y la "ondura" evangelizadora de nuestro corazón.





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