170
…Algunos padres sienten
que su niño no llega en el mejor momento. Les hace falta pedirle al
Señor que los sane y los fortalezca para aceptar plenamente a ese hijo, para
que puedan esperarlo de corazón. Es importante que ese niño se sienta esperado. Él no es un complemento o una
solución para una inquietud personal. Es un ser humano, con un valor inmenso,
y no puede ser usado para el propio beneficio.
Entonces,
no es importante si esa nueva vida te servirá o no, si tiene características
que te agradan o no, si responde o no a tus proyectos y a tus sueños. Porque «
los hijos son un don. Cada uno es único e irrepetible [...] Se ama a un hijo porque es hijo,
no porque es hermoso o porque es de una o de otra manera; no, porque es
hijo. No porque piensa como yo o encarna mis deseos. Un hijo es un hijo».
171.
A cada mujer embarazada
quiero pedirle con afecto: Cuida tu alegría, que nada te quite el gozo
interior de la maternidad. Ese niño merece tu alegría. No permitas que los miedos, las preocupaciones,
los comentarios ajenos o los problemas apaguen esa felicidad de ser instrumento
de Dios para traer una nueva vida al mundo. Ocúpate de lo que haya que
hacer o preparar, pero sin obsesionarte, …
172.
Todo niño tiene derecho a
recibir el amor de una madre y de un padre, ambos necesarios para su
maduración íntegra y armoniosa. …
173.
Valoro el feminismo cuando
no pretende la uniformidad ni la negación de la maternidad. Porque la
grandeza de la mujer implica todos los derechos que emanan de su inalienable
dignidad humana, pero también de su genio femenino, indispensable para la
sociedad.
174.
De hecho, «las madres son
el antídoto más fuerte ante la difusión del individualismo egoísta [...]
Son ellas quienes testimonian la belleza de la vida» . Sin duda, «una sociedad sin madres sería
una sociedad inhumana, porque las madres saben testimoniar siempre,
incluso en los peores momentos, la ternura, la entrega, la fuerza moral.
175.
Hay roles y tareas
flexibles, que se adaptan a las circunstancias concretas de cada
familia, pero la presencia
clara y bien definida de las dos figuras, femenina y masculina, crea el ámbito
más adecuado para la maduración del niño.
176.
Se dice que nuestra sociedad
es una «sociedad sin padres». En la cultura occidental, la figura del padre estaría
simbólicamente ausente, desviada, desvanecida…El problema de nuestros
días no parece ser ya tanto la presencia entrometida del padre, sino más bien
su ausencia, el hecho de no estar presente. El padre está algunas veces tan concentrado en sí mismo y
en su trabajo, y a veces en sus propias realizaciones individuales, que olvida
incluso a la familia.
177…Algunos
padres se sienten inútiles o innecesarios, pero la verdad es que «los hijos
necesitan encontrar un padre que los espera cuando regresan de sus fracasos.
Harán de todo por no admitirlo, para no hacerlo ver, pero lo necesitan». No es bueno que los niños se
queden sin padres y así dejen de ser niños antes de tiempo.
186.
La Eucaristía reclama la
integración en un único cuerpo eclesial. Quien se acerca al Cuerpo y a
la Sangre de Cristo no puede al mismo tiempo ofender este mismo Cuerpo
provocando escandalosas divisiones y discriminaciones entre sus miembros….es una seria advertencia para
las familias que se encierran en su propia comodidad y se aíslan, pero más
particularmente para las familias que permanecen indiferentes ante el
sufrimiento de las familias pobres y más necesitadas. …Cuando quienes
comulgan se resisten a dejarse impulsar en un compromiso con los pobres y
sufrientes, o consienten distintas formas de división, de des- precio y de
inequidad, la Eucaristía es recibida indignamente.
191.
«No me rechaces ahora en
la vejez, me van faltando las fuerzas, no me abandones » (Sal 71,9).
Es el clamor del anciano, que teme el olvido y el desprecio. Así como Dios nos invita a ser
sus instrumentos para escuchar la súplica de los pobres, también espera que
escuchemos el grito de los ancianos. …Debemos despertar el sentido colectivo de gratitud, de
aprecio, de hospitalidad, que hagan sentir al anciano parte viva de su
comunidad. Los ancianos son hombres y mujeres, padres y madres que
estuvieron antes que nosotros en el mismo camino, en nuestra misma casa, en
nuestra diaria batalla por una vida digna »
(Exhortación Apostólica “La Alegría del Amor”
Amoris Laetitia, 170-191)
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