miércoles, 27 de abril de 2016

MIÉRCOLES DE LA V SEMANA DE PASCUA. EL EVANGELIO DEL 27 DE ABRIL

EVANGELIO
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
–Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el labrador.
A todo sarmiento mío que no da fruto lo poda para que dé más fruto.

Vosotros estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí y yo en vosotros.
Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él; ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada.
Al que no permanece en mí, lo tiran fuera, como al sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.
Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que deseéis, y se realizará.
Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.

Juan   15, 1-8

COMENTARIO

Ya sé que se trata sólo de una imagen, una alegoría técnicamente hablando, de la relación que se establece entre maestro y discípulo. Jesús, el maestro; la comunidad, los discípulos. Lo que es el sarmiento a la vid, lo es el discípulo al maestro. El sarmiento no es nada sin la vid, obvio; pero la vid tampoco es nada sin el sarmiento, creo.

Ésta es una “nota perdida” más de lo que supone la encarnación, o el “venir a menos” de Jesús como expresión de lo divino en la historia. ¿Dónde queda el dios que concede la gracia de existir a la criatura y que podría, incluso, prescindir de ella? El Dios de Jesús, el creador, necesita de la criatura.

Traigamos el texto al hoy “creyente” de nuestra vida. Hoy podríamos titular este comentario la siguiente frase: “El creador en manos de la criatura”. Tengo la sensación de que nos da miedo sacar todas las consecuencias que conlleva el mensaje del Dios de Jesús.

El cristianismo del siglo XXI, es decir, la red de sarmientos anclados en la memoria de Jesús de Nazaret, depende de nuestra pasión por vivir en primera persona del plural la intuición de vida del maestro de galilea.

No se trata de hacer una bella oración en la que “prestemos” nuestras manos, nuestra mirada, nuestra boca, nuestro cuerpo para ser la mirada, la boca y el cuerpo de Jesús. No…, no es eso. Son nuestras manos que en libertad y responsabilidad siguen haciendo veraz el mensaje de Jesús.  O vivimos nuestra fe en primera persona, o si no la religión cristiana no dejará ser más que una legión de alienados de la nada con base en un paraíso que nunca vimos.

Hay una frase en el evangelio de San Juan que asusta: “quien cree en mi hará las obras que yo hago, y las hará incluso mayores” (Juan 14, 12). Efectivamente, como sarmientos desde la vid.


Esta es la gran novedad de finales del siglo XX y comienzos del siglo XXI en que vivimos nosotros. El cristianismo no puede ser un manto que lo envuelve todo, un dosel sagrado estético que protege de la intemperie mientras fuera llueve. El cristianismo del siglo XXI no se construye contemplando una vid bellamente labrada sobre noble madera. 

El cristianismo del siglo XXI exige de sarmientos que den fruto de verdad, enraizados en la memoria veraz y vital de Jesús.

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