jueves, 31 de marzo de 2016

"Que me bese con los besos de su boca" (Cantar de los Cantares 1,2). A propósito del tacto en las apariciones de Jesus resucitado.

Me llama curiosamente la atención la obsesión por el “tocar” que podemos rastrear en las apariciones de Jesus resucitado a sus discípulos. El “tocar” aparece como garantía de una presencia.
Un “tocar” vetado en algunos momentos ( a María Magdalena), pero ofrecido como prueba evidente de su presencia en otras.


Las narraciones sobre las apariciones tienden a expresar que a Jesús resucitado lo “vieron”, lo “escucharon”, “olieron” con Él a pez asado, “gustaron” con Él panes y peces, y también lo “tocaron y palparon”.

Es fácil imaginar que el propósito último de estos textos era transmitir que Jesús, después de morir, seguía siendo un “viviente” para sus discípulos y que, consecuentemente, les “entraba por los sentidos”.

Recurrir a los sentidos como manera de probar la verdad es lo más normal del mundo. Expresiones tales como “lo vieron mis ojos”, “eso lo yo”, “tal cosa me huele mal”, “que mal me ha sabido tal situación”, “pondría la mano en el fuego por tal persona”… en fin, toda este red de expresiones que utilizamos en la coloquialidad de nuestra relación con los demás, quieren expresar la seguridad y la veracidad de lo que estamos comunicando.

Ahora bien, somos conscientes de que la fuerza de estas expresiones van más allá de su materialización concreta y de su cumplimiento exacto. No vamos a poner la mano en el fuego por nadie aunque estemos absolutamente seguros de la verdad que defiende, por ejemplo. Es evidente que dichas expresiones se tratan de una manera de hablar que expresa una manera de sentir.

Por tanto, obsesionarnos dos mil años después por la exacta historicidad y veracidad de las apariciones de Jesús resucitado, dadas las contradicciones de los textos bíblicos, no lleva a ninguna parte. A mi juicio, esa manera de leer la biblia es raquítica. Tan raquítica como si alguien nos dijera ¿de qué grado fue la quemadura que padeciste al poner la mano en el fuego cuando defendiste a tal persona? Absurdo.

La interpretación que hemos de hacer de estos textos ha de ser mucho más rica y vital. Aquella primitiva comunidad quiso transmitirnos que, tras morir Jesús, le sentían vivo y actuante en la historia. ¡Y vaya que seguía actuando en la historia!. De hecho, dos mi años después, seguimos estando aquí.

Por cierto, lo que no puedo comprender y hasta me preocupa, es que la Iglesia no haya aceptado siempre y de igual modo esta cuestión de los sentidos. Experimentar a través de los sentidos ha tenido mala prensa en algunos momentos de la historia de la Iglesia. Esta prevención de no poder “tocar con las manos” el “Cuerpo de Cristo”, y casi no poder “”degustarlo”, no deja de ser una expresión de esta prevención, a mi corto entender absurda.

Hay un texto en el Cantar de los Cantares precioso y emocionante: "¡Que me bese con los besos de su boca! (Cant 1, 2)" ). El Cantar nos habla del amor de Dios que sin perder intensidad abarca y abraza a toda la humanidad. En la Biblia, los sentidos, están a flor de piel.

San Gregorio de Nisa, un santo y escritor cristiano del siglo IV afirma que los sentidos nos abren a una gran experiencia, puesto que a través de los cinco sentidos el ser humano puede llegar a percibir sensaciones buenas o malas, agradables o desagradables; los sentidos conducen al ser humano a una misteriosa intuición de lo divino, luminoso, armonioso, o sus contrarios como lo tenebroso o amargo. Los sentidos nos pueden conducir hacia una rica experiencia interior; entonces se instaura una comunicación intuitiva y eficaz que despliega una experiencia interior conectada con lo espiritual.

Nuestro Papa Francisco, con un lenguaje más normal, habla del “tacto” como de un sentido que acerca a la experiencia de Dios: 

“... En cada hermano y hermana en dificultad abrazamos la carne de Cristo que sufre... Abrazar, abrazar. Todos hemos de aprender a abrazar a los necesitados”
(En el Hospital de Río de Janeiro, 24 de julio de 2013. Observatore Romano 26.7.2013, 8.
)

“La Iglesia es madre. Ni usted ni yo conocemos a ninguna mamá por correspondencia. la mamá da cariño, toca, besa, ama. Cuando la Iglesia, ocupada en mil cosas, descuida la cercanía, descuida esto, y se comunica solamente con documentos, es como la mamá que se comunica con su hijo por carta. ..” 
(Entrevista en la emisora Rede Globo, 25 de julio de 2013, Observatore Romano 9-16.8.2013, 6/7).

En resumen, quiero decir con todo esto que el “universo de sentidos” vinculado a los textos de las apariciones, suponen una manera de afirmar que Jesús, para aquella primitiva comunidad, seguía estando vivo y actuante en la historia. Es un error, por tanto, “espiritualizar” lo divino desencarnándolo de nuestra historia cotidiana. Por tanto, una experiencia religiosa vibrante, ha de intentar hacer de “nuestros sentidos” cauce y expresión de nuestra fe más que algo que nos aparte de ellos.








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