viernes, 20 de noviembre de 2015

VIERNES DE LA SEMANA XXXIII. EL EVANGELIO DEL DÍA 20 DE NOVIEMBRE

EVANGELIO
En aquel tiempo, entró Jesús en el templo y se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: «Escrito está: "Mi casa es casa de oración"; pero vosotros la habéis convertido en una "cueva de bandidos."»
Todos los días enseñaba en el templo. Los sumos sacerdotes, los escribas y los notables del pueblo intentaban quitarlo de en medio; pero se dieron cuenta de que no podían hacer nada, porque el pueblo entero estaba pendiente de sus labios.

Lucas   19, 45-48
COMENTARIO
El templo de Jerusalén era algo más que un edificio “presuntamente sagrado”; el templo era
un sistema religioso, político y económico; el templo era la vida porque toda la vida giraba en torno al templo. El templo marcaba no solo las relaciones con dios sino las relaciones interpersonales; los incluidos y excluidos de la sociedad eran los incluidos y excluidos por el templo; la ejemplaridad social coincidía con la santidad que marcaba el templo; el templo era la vida y la vida era el templo.

Jesús “denuncia” dos arbitrariedades. En primer lugar; el templo de piedra no lo puede ser todo en la vida, sólo es “casa de oración”. Que sólo sea casa de oración no es que sea poca cosa sino que no es tienda, museo, escaparate, sala de exposiciones, salón de actos, espacio fortificado, almacén, lugar turístico… “Mi casa es casa de oración”

En segundo lugar, el templo no puede ser una “cueva de bandidos”. Los bandidos en tiempos de Jesús eran fundamentalmente salteadores de caminos y gente que se dedicaba al pillaje. Me imagino cómo se les tuvo que quedar el "alma" al “cuerpo” sacerdotal del momento, cuando Jesús vino a decirles que el “sistema” del templo era un claro ejemplo de pillaje y que sus dirigentes eran “salteadores” de caminos, en este caso del camino que llevaba a la casa del Padre. 

Este matiz era importante; Jesús se dirige no a los que "pasaban por allí", sino a los que "vivían en (del) templo". Por eso "los sumos sacerdotes, los escribas y los notables del pueblo intentaban quitarlo de en medio, pero se daban cuenta de que no podían hacer nada porque el pueblo entero estaba pendiente de sus labios"


¿Hay bandidos hoy en nuestros templos de piedra? ¿Hay personas que asaltan el “alma” de quienes pretenden acercarse a la experiencia de Dios y se les cobra algún tipo de impuesto existencial? ¿Hay maneras de manipular y torturar las conciencias en los templos de hoy?.... Son preguntas que no tengo más remedio que hacerme como creyente que pertenece a la “casta” sacerdotal del momento (aunque habría que decir “castilla”, porque la especie degenera).


Otro comentario sobre el Templo y su sentido y sin-sentido, podéis leerlo aquí.Y también pulsando en este punto rojo de más abajo.



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