jueves, 19 de noviembre de 2015

JUEVES DE LA SEMANA XXXIII. EL EVANGELIO DEL 19 DE NOVIEMBRE

EVANGELIO
En aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, le dijo llorando: «¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz! Pero no: está escondido a tus ojos. Llegará un día en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra. Porque no reconociste el momento de mi venida.»

Lucas   19, 41-44
COMENTARIO

Ciertamente el evangelio de hoy aborda una problemática muy localista aunque por otra parte muy actual también. El comentario alternativo de hoy que ofrecemos al final, de alguna manera presenta esta perspectiva.


Jesús empieza a darse cuenta que los judíos no saben interpretar la realidad que tienen delante:  ¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz! 
Pero no: está escondido a tus ojos”. Y más grave aún para él, no le reconocen a Él como el Mesías, el que tenía que venir.  

No está bien “abstraer” los textos bíblicos y sacarlos de su contexto, pero en ocasiones hay que hacerlo para que nos digan “algo” personal para el hoy de nuestra vida. Y ciertamente la dificultad para interpretar la realiad, para "verlas venir", provoca una dis-tracción, en ocasiones preocupante 

Efectivamente, una de las mayores dificultades que tenemos los humanos es la de hacer una verdadera interpretación de los acontecimientos que nos rodean. Saber interpretar la realidad es imprescindible para situarnos con acierto ante ella, conocerla y no estar continuamente “escondidos” en ella.

Hay muchas maneras de ni siquiera hacer el intento de interpretar la realidad; distinto es que lo intentes y te equivoques. Lo complicado es cuando renunciamos a interpretarla y nos situamos ante la vida –y lo que es más grave- ante las personas- con un “piñón fijo” que machaca y nos machaca.

No interpretamos la realidad cuando no sabemos escuchar. Y eso suele pasar cuando nuestras respuestas a las preguntas que nos hacen son invariables y no cambian un ápice haya delante de nosotros una persona blanca, negra gris, rosa o azul. Si mi respuesta es invariable es que no he sabido comprender la peculiaridad del que me escucha. Recuerda esto a cuando los confesores tenían en los confesonarios unos “libros penitenciales” que señalaban exactamente la pena que correspondía a cada uno de los pecados (la tarifa que valía el pecado), independientemente de quien fuera el penitente. A ese sistema de penitencia se le llamaba “penitencia tarifada”. Nefasto.

No interpretamos la realidad cuando nos negamos a opinar. El silencio, el callar casi siempre, el “no sabe no contesta”, es la estrategia más cínica que hemos inventado las personas. El silencio cómplice que no me complica y me resguarda, al final, deviene en tiranía de sin-sentido personal… aunque tarde en llegar.

Interpretar la realidad, por tanto, es tomar partido por ella, encargarnos de ella porque nos interesa y porque nos sentimos urgidos a mejorarla. Al fin y al cabo la vida que tenemos delante de nosotros cada día es huella del Creador. Mejorarla, es reconocer su presencia.

Un comentario sobre Jerusalén y su destrucción, podéis leerlo aquí.Y también pulsando en este punto rojo de más abajo.
http://iglesiadepozohondo.blogspot.com.es/2014/11/espectaculo-espectadores-o-simplemente.html

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