viernes, 21 de agosto de 2015

VIERNES DE LA SEMANA XX. EL EVANGELIO DEL 21 DE AGOSTO


EVANGELIO
En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús habla hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?»
Él le dijo: «"Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser." Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.»


Mateo  22, 34-40
COMENTARIO

Ciertamente es difícil adivinar el motivo, pero nos hemos pasado buena parte de nuestra vida ( y nos la seguimos pasando) separando dos ámbitos que, de hecho, están juntos y que además el maestro de Galilea los declaró unidos para siempre.

Efectivamente, separamos espacios, y así decretamos que hay lugares santos y lugares profanos; separamos personas, y así decimos que hay hombres y mujeres consagrados y hombres y mujeres no consagrados (laicos o seglares) con toda la “cola” que lleva esto de la consagración eclesial; separamos tiempos, porque el domingo es dedicado al señor (así como si los otros días tuviéramos permiso para dedicarlo a otras cosas “menos santas”). No me extraña que, en ocasiones, nos miren y nos digan ¿de qué vais?.

- «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?»
Él le dijo:
- “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser.”
Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él:
"Amarás a tu prójimo como a ti mismo." Alucinante… no hay que interpretarlo. 

Bueno sí, lo interpretó el propio Jesús, el Jesús que nos presenta el evangelista San Juan, porque en un intento de hacer fácil la religión afirmo  eso de que “sólo una cosa os mando: que os améis unos a otros como yo os he amado”. Siempre he pensado que debió haber algún listo que le recordó a Jesús en aquel tiempo eso de que aunque sólo habían dos mandamientos era conveniente separar el amor a Dios del amor al hermano. Y no, parece ser que el propio Jesús se matizó a se mismo.

Es una pena que nos pasemos buena parte de nuestra vida separando e identificando lo que está unido porque ni debe ser separado, ni puede ser separado: la experiencia del amor a Dios en el amor a los prójimos.

La primera lectura de hoy, del Libro de Rut, es preciosa. Los moabitas eran judíos de "segunda división" y con un pasado incierto. Pero Rut, mujer moabita casada con un judío, sin entrar en las consideraciones legales del mundo judío y cuando lo normal era abandonar a su suegra tras enviudar, decide hacer "proyecto común con ella", dejándonos esas preciosas lineas a mitad de la Biblia.

Efectivamente, dijo Rut a Noemí, «No insistas en que te deje y me vuelva. Donde tú vayas, iré yo; donde tú vivas, viviré yo; tu pueblo es el mío, tu Dios es mi Dios. Donde tu mueras moriré, y allí acabaré mi vida»

En una sociedad como la nuestra en la que, aún estando cortados todos con el mismo patrón, nos empeñamos en "ensanchar" las diferencias, viene bien el testimonio de estos personajes que nos enseñan que lo definitivo es el amor y la decisión por tu parte de aproximarte (a-projimarte) a los demás, más allá del "RH" de la sangre que corre por tus venas, tu inteligencia y tu corazón. 









    

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