Diógenes fue un filósofo griego, famoso no
sólo por sus doctrinas, sino también por la forma irónica y desenfadada que
utilizaba para expresar sus ideas.
Creó una escuela cuyos discípulos se
llamaban “los cínicos”. Recibían este nombre por reunirse a escuchar al maestro
Diógenes en la plaza “del perro”, que en griego se dice “kinós”; derivándose de
esta expresión la palabra “cínico”.
Un buen día se hallaba Diógenes plantado en
la esquina de una calle que confluía a la plaza donde enseñaba. Se reía como un
loco.
“¿De qué te ríes?”, le preguntó un
transeúnte.
“¿Ves esa piedra que hay en medio de la
calle? Desde que llegué aquí esta mañana, diez personas han tropezado con ella
y han maldecido, pero ninguna de ellas se ha tomado la molestia de retirarla
para que no tropezaran otros.”
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