miércoles, 5 de agosto de 2015

MIÉRCOLES DE LA SEMANA XVIII. EL EVANGELIO DEL 5 DE AGOSTO.


EVANGELIO
En aquel tiempo, Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y Sidón.
Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: «Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo.»
Él no le respondió nada.
Entonces los discípulos se le acercaron a decirle: «Atiéndela, que viene detrás gritando.»
Él les contestó: «Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel.»
Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió: «Señor, socórreme.»
Él le contestó: «No está bien echar a los perros el pan de los hijos.»
Pero ella repuso: «Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos.»
Jesús le respondió: «Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.»
En aquel momento quedó curada su hija.
Mateo 15, 21-28

COMENTARIO

No es fácil imaginarse a un Jesús tal y como nos lo presenta el evangelio de San Mateo hoy. ¿Mala educación?, ¿indiferencia?, ¿orgullo? No cuadra esa imagen de Jesús. Como siempre, una mirada ingenua al evangelio nos desconcertaría. Hace falta una mirada crítica que contextualiza la acción-reflexión-acción de Jesús.

Una lectura ingenua, insisto, nos llevaría a considerar la "cabezonería" y la "cansinería" como una virtud espiritual, cuando no teologal. Efectivamente, si no profundizamos mucho en el texto podríamos concluir que esta mujer consigue lo que quiere (en este caso justificado al tratarse de la enfermedad de su hija) a base de insistir, insistir hasta el extremo de cansar al maestro de Galilea. De hecho, en ocasiones, así hemos pesentado la fe: "tu pide, pide mucho, que verás como Dios te escucha al final" ¿Por qué al final, siempre me he preguntado yo, y no al principio?

Una lectura más honda sitúa al texto en una lugar mucho más revelador de la grandeza (-divinidad-) de Jesús. Jesús era un judío, y como Dios y la Ley dada en su nombre mandaba, no tenía mas remedio que marcar distancia con todo aquel que no era judío. En este caso la mujer era cananea (y por tanto creyente de otra religión). El judío "de orden" había de despreciar al no judío. De ahí la caracterización que hace Jesús de la mujer comparándola con un perro (animal impuro). Los judíos son los hijos (el pueblo elegido). El pan (la salvación, la salud, el sentido) es para los hijos, no para los perros.

La mujer (aún admitiendo el escalafón) da una lección, no de fe, sino de "sentido de humanidad" a Jesús. Es precisamente Jesús el que confía su persona a otra manera de ver la vida: la que le presenta la mujer. Esa es la grandeza de Jesús; su capacidad para ver la vida no desde la "perspectiva del  pueblo elegido" sino desde la óptica del "pueblo excluido".

Sólo desde esa perspectiva de fe, la de Jesús, es posible convertir su mirada y donde antes había una verdad absoluta y excluyente (la judía), ahora hay una sentimiento débil pero intenso de amor, misericordia y humanidad (el de Jesús).

Jesús hizo un peregrinaje de los de verdad; efectivamente, Jesús peregrinó ante esa mujer desde el desprecio a la alabanza. A ese rango de divinidad sólo puede llegar alguien tan humano como Jesús.

Jesús, renunciando a los "absolutos" judíos, inaugura un pensamiento débil pero inclusivo, porque probablemente sólo se puede ser inclusivo desde la debilidad.

PD: Para un comentario más extenso sobre el evangelio de hoy, podéis consultar la mujer sirofenicia del evangelio de Marcos que hace ya algún tiempo estudiamos en los grupos bíblicos parroquiales. Aquí podéis consultarlo.



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