miércoles, 12 de agosto de 2015

MIÉRCOLES DE LA SEMANA XIX. EL EVANGELIO DEL12 DE AGOSTO.


EVANGELIO
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si tu hermano peca contra ti, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un gentil o un publicano. Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.»

Mateo  18,  15-20


COMENTARIO
Hace unos años tenía siempre la manía de limpiar y ordenar los cuartos trasteros de las parroquias en las que estaba. Y la verdad es que te encontrabas cosas insospechadas. En una de estas parroquias decidimos prescindir de un confesonario (o mejor dicho, de lo que quedaba de el) que se encontraba en dicho trastero. Tras echarlo en un camión y disponiéndonos al proceso de reciclaje litúrgico, un hombre que observaba la operación apunto: “… la de mentiras que llevará consigo ese trato”. 

No se me ha olvidado esa frase y hace ya años de esta anécdota. Y no se me ha olvidado, entre otras cosas, por el proceso de "deformación” al que hemos sometido el sacramento de la penitencia, apartándolo del sentido común y convirtiéndolo en un ritual más parecido a una caja mágica que a una experiencia de conversión.

En el evangelio de hoy aparece un itinerario de reconciliación de los miembros de la comunidad cristiana que resulta envidiable. Los intérpretes de la biblia discuten si estas palabras las pronuncio Jesús tal y como nosotros las leemos o supone ya una primera interpretación del “cómo vivir la reconciliación”, una vez interiorizado el deseo del maestro de Galilea por llevar a cabo eso del “setenta veces siete” (que creo que leeremos mañana).

«Si tu hermano peca contra ti, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso has salvado a tu hermano”. Es decir, que el “ofendido” ha de dar el primer paso; pero no para recibir una “satisfacción” por la ofensa, sino para “salvar” a tu hermano, que es el que te ha ofendido. ¡Qué venga Dios y lo vea!

La comunidad de Mateo hace “responsable” del comienzo de la reconciliación no al “ofensor”, sino al “ofendido”. Y luego ya, en un segundo momento, que intervenga la comunidad si es necesario

El sacramento de la reconciliación es uno de los que más ha cambiado de forma a lo largo de los veintiún siglos de cristianismo. Prometo, a partir de octubre un “monográfico sobre el tema” para los que quieran “sacar nota” o ahorrarse el precio de la suscripción de este envío para el año que viene.

Francamente (y como estamos en agosto y supongo que leeréis poco me atrevo a decirlo), yo no entiendo como una práctica del perdón que empezó de este modo en la comunidad de Mateo, acabó necesitando de una sede sacramental llamada confesonario para celebrar "canónicamente" el sacramento del perdón. No acabo de entender por qué, si ha habido ya reconciliación con el hermano, hace falta pasar por la comunidad a través de la persona del sacerdote.

Lo que en el texto del evangelio de hoy queda claro es que “la vida” es decisiva y que el perdón has de “sentirlo y vivirlo”: “todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo”. Y cuando sientes el perdón y lo vives, y tu vida es “reconciliante y reconciliadora” ¿hace falta algo más?

Otra cosa distinta es el que necesite un “proceso de acompañamiento” para realizar un itinerario  de reconciliación, como, por ejemplo, le puede pasar a una persona que camina perdido en una gran ciudad y pide ayuda a alguien que transita por allí y conoce los caminos y, caminando él , se deja guiar, para encontrar, sin perderse, lo buscado.


Es urgente, muy urgente, una renovación del sacramento de la reconciliación que nos haga crecer en lucidez, humanidad y responsabilidad ante el hermano y huir “más pronto que tarde” de una visión del sacramento ya caducado, y no solo por la carcoma y “carcama” que no pocas veces atenta contra nuestros confesonarios.

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