martes, 11 de agosto de 2015

MARTES DE LA SEMANA XIX. EL EVANGELIO DEL 11 DE AGOSTO

MARTES DE LA SEMANA XIX

EVANGELIO
En aquel momento, se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Quién es el más importante en el reino de los cielos?»
Él llamó a un niño, lo puso en medio y dijo: «Os aseguro que, si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Por tanto, el que se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el reino de los cielos. El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí. Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en el cielo el rostro de mi Padre celestial. ¿Qué os parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en el monte y va en busca de la perdida? y si la encuentra, os aseguro que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado. Lo mismo vuestro Padre del cielo: no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños.»

Mateo  18,  1-14
COMENTARIO

Panes que se multiplican, aguas que sin perder su estado líquido se convierten en carreteras de acceso a embarcaciones en peligro de hundimiento, peces con dinero en sus bocas, niños que se convierten en referencias para sus padres... ¿quién puede entender a este buen Jesús? La pequeña narración que acabo de hacer no es un elenco rebuscado de los evangelios, es prácticamente la lectura continua del evangelio de Mateo que llevamos haciendo en estas dos últimas semanas. ¿De verdad podemos seguir ofreciendo un texto así como propuesta de sentido para la humanidad? Pienso que si, pero intentando siempre una lectura crítica que nos introduzca adecuadamente al sentido del texto.

Muchas veces me he preguntado de dónde le viene a Jesús la  opción por los niños como referencia del Reino de Dios: ¿su ignorancia?, ¿su fragilidad?, ¿su pequeñez?, ¿su dependencia?...Pudiera ser, pero no me parece definitivo nada de eso.

Pero si miramos el texto con detenimiento, creo que nos revela cuál es la motivación última que justifica la pasión de Jesús con los niños hasta el punto de colocarlos como ejemplo del Reino de Dios. Y esa razón no es otra más que ellos, los niños, de modo especial saben vivir el presente. Un niño no valora el ayer, probablemente ni lo recuerda; tampoco se preocupa por el futuro, porque para él el futuro es ya. El niño vive el presente. El niño no tiene otro tiempo más que el presente. Y el Reino de Dios es presente. 

Lo mismo que la oveja perdida; no sabemos si es gorda o no, si producirá más o menos. Su valor es que ahora está perdida y por eso hay que buscarla. Ese es una de las claves del Reino, su presente y su presencia. Ya esta aquí y hay que descubrirlo.

Las religiones durante mucho tiempo nos han hecho mirar al pasado como si un mundo feliz ocurrido al comienzo de los tiempos (el paraíso), ya no existiera. Nos han invitado a mirar al futuro con cierta esperanza, para poder alcanzar de nuevo lo perdido. Y el presente, el día a día, seria el escenario peligroso, duro y tortuoso que nos permitiría tal ejercicio de re-conquista.

Sin embargo da la sensación de que Jesús cuestiona ese esquema. El presente es lo que vale. El presente es nuestro mayor tesoro. Toca reír, toca llorar, porque así es la entraña de la vida; pero en poder encajar el "tiempo presente" así, está la garantía del sentido. 

Para Jesús, el presente no es moneda de cambio redentor del pasado o conseguidor del futuro. El presente es la vasija de barro que contiene la más preciado: la vida. Vida que se disfruta y que se rompe, vida lograda y frustrada.

Por eso el niño se convierte en "maestro" de vida, y la oveja "perdida" en continua llamada de atención. En ambas realidades importa su presente. Que nada de ese presente, logrado o amenazado, se pierda.

Hace un año por estos días moría el actor y director de cine Robin Williams. Me permito traer al comentario de hoy una cita de una de las películas en la que aparece como protagonista -El club de los poetas muertos-, que se convirtió en un alegato del presente:

"...quería vivir a conciencia, quería vivir a fondo y extraer todo el meollo a la vida, y dejar a un lado todo lo que no fuese vida, para no descubrir en el momento de mi muerte, que no había vivido."

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