lunes, 3 de agosto de 2015

LUNES, SEMANA XVIII. EL EVANGELIO DE HOY, 3 DE AGOSTO.

EVANGELIO
En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan, el Bautista, se marchó de allí en barca, a un sitio tranquilo y apartado. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Al desembarcar, vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos.
Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle: «Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer.»
Jesús les replicó: «No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer.»
Ellos le replicaron: «Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces.»
Les dijo: «Traédmelos.»
Mandó a la gente que se recostara en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.
Mateo 14,  13-21

COMENTARIO

De vez en cuando pasa esto, el ciclo del domingo coincide con el diario y hace que las lecturas que leemos sean las mismas. Una buena oportunidad para ofrecer más perspectivas. Hace dos domingos leíamos el fragmento de la "mal-llamada" multiplicación de los panes de San Juan y la lectura continua de Mateo nos lo vuelve a ofrecer hoy.

Por otra parte Mateo pone en boca de Jesús una frase que silencia Juan: "dadles vosotros de comer". Todo un reto y un desafío a la interpretación esa actitud previa de Jesús, rozando la chulería, ante los apóstoles.

Recuerdo unos de mis primeros intentos por hablar "razonablemente" de los milagros -eran otros tiempos, la verdad- . Y recuerdo que casi tuve que salir por pies del lugar ante mi negativa a responder a una pregunta de uno de los asistentes a la charla: "no entiendo nada de lo que ha dicho usted, en cualquier caso a mí sólo me interesa saber si es verdad que sobraron doce cestos de panes" -me preguntó un señor ya de cierta edad.

Me pilló joven, -quiero decir, más joven que ahora-, y por respeto, me callé y no contesté. Hoy...creo que tampoco contestaría y me callaría con respeto. Pero, para mis adentros, ayer y hoy sigo pensando lo mismo: hasta que no dejemos de contar y medir también en esto de la fe, la religión será un producto de mercado tan atractivo como inútil, hasta que no encontremos otra cosa mejor, u otro que produzca un cesto más de pan. 


Si entendemos en este milagro sólo la capacidad de Jesús por optimizar la producción alimentaria en un momento de crisis, dios no será más que un ídolo pasajero que, como tantos otros, caerán en el olvido tras un tiempo de glorioso esplendor y adulación. Y de eso, hay mucho suelto por ahí.


A mi juicio, el milagro de hoy, lo que causa asombro de este relato, no es la producción "desmedida" de panes y peces hasta agotar la tierra y los trigales, y secar el hábitat marino de los mares, sino la compasión de Jesús ante una situación, probablemente extrema.


Ya se que la compasión tiene mala prensa en nuestra cultura. Sobre todo por el desconocimiento de lo que supone este sentimiento. En una sociedad donde habita mucho imbécil -en el sentido bíblico del término (Eclesiástico 21, 15)- que sólo piensa que se puede salvar (sanar, dar sentido, hacer feliz) desde arriba, Jesus nos invita a "tener compasión".


El término “compasión” ha sido con frecuencia mal interpretado, en clave de lástima, como un movimiento superficial y pasajero que denotaba, además, una cierta superioridad o, al menos, paternalismo. Bajo este prisma, la “compasión” sería la actitud de alguien que se encuentra bien y siente lástima hacia quien se halla en una situación difícil: puede incluso ayudarle, pero siempre “desde arriba” y sin otro tipo de compromiso. Es comprensible que, cuando se ha entendido así, se la haya descalificado.

Sin embargo, la auténtica compasión –tal como se habla de ella, por ejemplo, en el evangelio- no tiene nada que ver con esa caricatura. Compasión significa ponerse "con-pasión" en la piel del otro y al lado (a favor) de él. En los relatos evangélicos significa “sentirse removido en las entrañas” (es decir, en lo más profundo) ante el sufrimiento. Tal conmoción lleva a una acción eficaz a favor de la persona dolorida o necesitada.

No tiene, pues, nada de superficial ni de paternalista. El término pertenece más bien a la familia de la empatía y de la simpatía (de hecho, la “cum-passio” latina coincide con la “sym-patheia” griega). Es como si Jesús dijera: "intentad ser simpáticos, dadles vosotros de comer". 

Por eso, la compasión parece requerir una doble condición: por un lado, dejarnos afectar por lo que ocurre –es decir, tener una sensibilidad limpia, no bloqueada, y vibrante- y, por otro, desarrollar la capacidad de amar, que vive en todos nosotros: salir de los esquemas habituales del "ego", que gira en torno a sí mismo, para vivir donde somos Amor  y en el lugar en el que nos reconocemos "uno con los demás".

Ya lo decía el gran novelista A. Camus : "Necesitan piedad, aquellos que no tienen compasión de nadie".

Por tanto, no te pases toda la vida preguntándote por qué, "dadles vosotros de comer", ...da una respuesta ahora.


PD: A modo de desahogo, esto es lo que me hubiera gustado contestar al señor que me preguntó y que por respeto y con respeto, me callé. Para quienes tengáis curiosidad pulsad aquí.






























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