Al llegar a una edad avanzada, y tras una vida hogareña de alegrías y
sufrimientos cotidianos, unos esposos decidieron renunciar a la vida mundana y
dedicar el resto de sus existencias a la meditación y a peregrinar a los más
sacrosantos santuarios.
En una ocasión, de camino a un templo himalayo, el
marido vio en el sendero un fabuloso diamante.
Con gran rapidez, colocó uno de
sus pies sobre la joya para ocultarla, pensando que, si su mujer la veía, tal
vez surgiera en ella un sentimiento de codicia que pudiese contaminar su mente
y retrasar su evolución mística.
Pero la mujer descubrió la estratagema de su
marido y con voz ecuánime y apacible comentó:
-Querido, me gustaría
saber por qué has renunciado al mundo si todavía haces distinción entre el
diamante y el polvo.
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