EVANGELIO
En aquel tiempo, estaba Jesús hablando a la gente, cuando su madre y sus hermanos se presentaron fuera, tratando de hablar con él.
Uno se lo avisó: «Oye, tu madre y tus hermanos están fuera y quieren hablar contigo.»
Pero él contestó al que le avisaba: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?»
Y, señalando con la mano a los discípulos, dijo: «Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de mi Padre del cielo, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.»
Uno se lo avisó: «Oye, tu madre y tus hermanos están fuera y quieren hablar contigo.»
Pero él contestó al que le avisaba: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?»
Y, señalando con la mano a los discípulos, dijo: «Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de mi Padre del cielo, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.»
COMENTARIO
El evangelio de hoy posee un código de lectura evidente para un judío normal (recordad que el evangelio de Mateo está escruto para judíos); pero para nosotros, lejos de ser evidente, se nos “muestra” incómodamente velado. Una lectura rápida (de verano) de este texto nos llevaría incluso a afirmar lo des-agradecido que en ocasiones pudo llegar a ser Jesús con su “familia de sangre”. Probablemente algo hubo de esto, pero en el contexto del texto resulta anecdótico.
El evangelio de hoy posee un código de lectura evidente para un judío normal (recordad que el evangelio de Mateo está escruto para judíos); pero para nosotros, lejos de ser evidente, se nos “muestra” incómodamente velado. Una lectura rápida (de verano) de este texto nos llevaría incluso a afirmar lo des-agradecido que en ocasiones pudo llegar a ser Jesús con su “familia de sangre”. Probablemente algo hubo de esto, pero en el contexto del texto resulta anecdótico.
Mateo está pensando en un personaje del A.T. del que os
“debo” un comentario: José, hijo de Jacob, el que fue vendido por sus hermanos
a los egipcios, que al final resultó ser el “salvador” de toda su familia en
tiempos de hambruna, y que ofreció una portentosa lección de reconciliación
reuniendo, de nuevo, a la familia.
En el fondo Mateo quiere presentar a Jesús como el nuevo
José que, para cumplir su misión, no tiene más remedio que “cortar” sus lazos
de sangre y crear una “nueva familia” cuyo nexo es la fidelidad a su proyecto.
Recordemos que Mateo, en capítulos anteriores ha presentado a Jesús rechazado
por los “suyos” (“nadie es profeta en su
tierra”).
El texto tiene dos derivadas “interesantes” para el “hoy” de
nuestra vida. En primer lugar creo que hay una “defensa” de la figura del
“adelantado”. Me explico, en muchos “ámbitos” de la vida es necesario que haya
gente que “vaya por delante”. Se puede “ir por delante” porque te ves abocado a
ello sin quererlo (como en el caso de José), o como en el caso de Jesús por
pura opción personal. En otros casos es una mezcla de circunstancias que
incluso da razón al refrán de “hacer de la necesidad virtud”. Lo que está claro
es que, en distintas ocasiones y en diferentes ámbitos, la gente que “va por
delante” resulta ser al final sanadora y salvadora de tantas cosas… El
“inmovilismo, mata”; un cierto “atrevimiento, es generador de vida”.
Y la segunda “derivada”; yo creo que el texto del evangelio
de hoy, junto a su contexto judío, pone en evidencia que tan constructivo
resulta “mirar hacia atrás” (la tradición, los lazos de la sangre) y saber “ser
agradecidos” con la memoria, como “mirar hacia delante” abriendo cauces de
reconciliación y fidelidad, sobre todo porque el ser humano se define no tanto
por lo que ha conseguido como por lo que “puede llegar a ser”.
A mi juicio, uno de los mayores riesgos evangelizadores del
momento es “sentirnos relativamente “cómodos” con una religión, la católica,
que se está conformando con ser un “vivo” objeto de museo, culturalmente
“recordada”, pero “vaciada” de su capacidad transformadora para la persona y la
sociedad.
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