EN COLABORACIÓN CON LA CADENA COPE
Evangelii Gaudium, a todos
nos sorprendió hace poco más de un año con intuiciones que siempre han estado
en la Iglesia, aunque desapercibidas, porque quizás han pesado más los fríos
catálogos de prohibiciones que las
cálidas manifestaciones de acogida.
Digo esto en relación con la
gran memoria que celebramos este domingo, aunque ya las vísperas toledanas nos
han introducido y de qué manera en ella: la memoria del Cuerpo y de la Sangre
de Cristo, del Corpus, de la Eucaristía.
Perdida en la voluminosa exhortación
apostólica de Francisco se encuentra esa frase que da que pensar: “la
Eucaristía no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un
alimento para los débiles”.
La Eucaristía como remedio,
medicina, ayuda y alimento. ¿tan difícil es de comprender? A ver si los padres
sinodales participantes en el sínodo sobre la familia, tras el descanso del
verano, llegan a conclusión razonable sobre temas “no menores” de los que ellos
hablan y que tienen que ver con la familias y la Eucaristía.
Ahora bien, mientras estos
importantes señores piensan yo me atrevo, por cerrar temporada, a aconsejarles
que abran bien lo ojos y que tengan cuidado, porque es responsabilidad de todos
“salvar la Eucaristía”.
¿Salvarla de qué? Se estarían
preguntando los amables oyentes. Pues si, creo que hay que salvar la Eucaristía
de tantas miradas obscenas que dan más valor o ponen más empeño en la custodia que en lo custodiado en ella.
Salvar la eucaristía de
tantos aromas de incienso que, no es que huelan mal claro, sino que distraen
del auténtico olor de la vida, sobre todo cuando para muchas personas para
quienes la historia se vuelve irrespirable cada mañana.
Salvar la Eucaristía también
del tacto respetuoso, no sea que por no querer tocar con nuestras manos el
cuerpo de Cristo, estemos también huyendo de otros cuerpos que necesitan
ternura y caricias al estilo del maestro buen samaritano.
Salvar la Eucaristía de
nuestros oídos, en ocasiones excesivamente acostumbrados a músicas del Espíritu,
cuando lo que nos enseña esta fiesta del Corpus es que somos más Cuerpo que
Espíritu.
Y salvar la Eucaristía de
nuestro gusto, porque, como alguien ha dicho en alguna ocasión, el cuerpo de
Cristo, como su Palabra, para que surta efecto, como Pan tiene que atragantarse
un poco en tus entrañas y como vino escocer en tu garganta.
Ah, para acabar, salvemos la
Eucaristía de las tiranías de nuestro anhelo de perfección. Como dijo San
Cirilo de Alejandría: “a los que siempre se consideran indignos de la
Eucaristía les pregunto: si vuestros pecados os impiden acercaros a comulgar ¿os quedaréis sin
participar de la santificación que vivifica para la eternidad?.
Buen verano amigos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu opinión.