EVANGELIO
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el reino de cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Aquel día muchos dirán: “Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en tu nombre echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre muchos milagros?” Yo entonces les declararé: “Nunca os he conocido. Alejaos de mí, malvados.” El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió porque estaba cimentada sobre roca. El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente.»
Al terminar Jesús este discurso, la gente estaba admirada de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad, y no como los escribas.
Al terminar Jesús este discurso, la gente estaba admirada de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad, y no como los escribas.
¿Y quién no ha hecho alguna vez castillos en la arena?. Es
maravilloso ver cómo de pronto eres capaz de hacer una construcción por ti solo, con cierta facilidad e incluso
con unas pretensiones estéticas nada despreciables. El texto de hoy creo que provoca
más por lo que sugiere que por lo que dice. Lo que dice es irrefutable, lo que
sugiere es preocupante. Vayamos por partes.
Roca o arena es al fin
y al cabo la consecuencia de vivir tu fe con honradez o no. Escuchar y
no cumplir es “casa sobre arena”; escuchar y cumplir es “casa sobre roca”. Al
final, más allá de nuestros rezos y “postureos” espirituales y clericales (en
mi caso) todo se reduce a una especie de “coherencia” (en algunos casos casi
interna) entre tus convicciones y tus “prácticas”. Digo “internas” porque lo
bueno de las “edificaciones” sobre arena es que dan muy bien el “pego”.
Evidentemente acaban derrumbándose, pero mientras dura…
¿Quién dijo que eso de la “practica religiosa” es sólo una
cuestión de ir a misa o no? El Maestro de Galilea por práctica entendía ese
“punto deseado” de vivir lo que crees y de creer lo que dices – esto último
como mínimo-.
Pero ¡son tan bonitos los castillos sobre arena! ¡Cómo vamos
a renunciar a ellos! Creo que este es uno de los grandes peligros de nuestra fe
cristiana: la gran legitimación que hemos hecho de que, por lo menos, “no
renunciemos a tener castillos en la arena!. Pongamos algunos ejemplos.
Buena parte de nuestra “implantación social como Iglesia” es
cultural; de hecho legitimamos, por lo menos hasta hace poco, la clase de
religión católica en la escuela como una propuesta cultural. Pues aquí vemos un
“castillo en la arena”. De hecho, las estadísticas se quiebran en la escuela
pública cuando se pasa de la enseñanza primaria a la secundaria, es decir,
cuando los nenes empiezan a decidir, más o menos por sí mismos, que pasan de cultura
“cristiana”.
Buena parte de la visita a “nuestros templos” tienen que ver
con lo que “sociológicamente” denominamos “ritos de paso”, a saber, nacimiento
(bautismo)-uso de razón (1ªComunión)-matrimonio (boda)-muerte (entierro).
Cuando entre medias no hay nada más…otro “castillo en la arena”.
Podríamos seguir… pero es que sé que al final acabará siendo
un comentario el de hoy excesivamente pesimista, y después de dos días de
silencio no me parece ni siquiera estético. En cualquier caso, creo que el
sugerente “Mateo” de hoy nos da una clave muy certera para que “investiguemos”
con lucidez y realismo la crisis religiosa en la que estamos inmersos. Cantos
de sirenas podemos oír incluso en la Iglesia católica, pero no por escucharlos
van a ser ciertos los cantos y “reales” las sirenas.
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